
HERNÁN CORTÉS. Mi Verdadera Historia. La Novela Histórica de las Cartas de Relación 1opk
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En la penumbra de la taberna de la nueva españa los hombres se congregan envueltos en una atmósfera enrarecida por el ron el sudor y las cicatrices de batallas pasadas hernán cortés capitán indómito se erige con la majestuosidad de quien ha desafiado al mismo destino a su alrededor las sombras danzan entre risas y murmullos cada mirada cargada del recuerdo de aventuras aún por contar con la autoridad de quien ha escupido a la muerte en su mismo cadavérico rostro la voz de hernán cortez retumba con la firmeza de quien ha vivido mil batallas los ojos de los presentes se fijan en el ávidos de escuchar de su boca la narración de una gesta que cambiaría el curso de la historia poned atención y dejad que sea yo el que os cuente la verdadera historia de la conquista de méxico de valientes y miserables que de todo hubo cada palabra se clava en las miradas y corazones de los presentes ávidos por revivir junto a hernán cortés tan magnífica epopeya amigos antes que vuestro leal servidor se internara en las tenebrosas fauces de aquellos falsos ídolos tres valientes decidieron explorar las maravillas ocultas de estas tierras recién descubiertas esos valientes nombró francisco fernández de córdoba lope ochoa de caicedo y cristóbal morante con el arrojo que sólo quien lo ha vivido o conoce zarparon hacia lo desconocido ansiosos por hallar gloria y fortuna pusieron rumbo a yucatán y tomaron tierra en un pueblo llamado campo che esa mañana una bruma rojiza como la sangre envolvía toda la costa en un manto de misterio nuestros valientes se hicieron a los botes y no pararon de bogar hasta golpearla enigmática orilla saltaron de los bateles expectantes con las manos prestas a las armas resistiendo contra un furioso oleaje que los envolvía hasta la cintura mientras unos pocos se afanaban por asegurar los botes en la costa luchando contra las embestidas de un mar hambriento de carne humana el resto del grupo se mantenía en guardia escudriñando cada rincón de la densa arboleda que marcaba el límite de la playa cada hoja ondeaba como una promesa y al tiempo como un demonio sigiloso atrayendo les y a la vez erizando cada pelo de sus cuerpos inesperadamente entre la rojiza neblina y la furia de las olas un centenar de nativos salieron a su encuentro con tranquilizantes gestos de hospitalidad y regalos de oro como si algo o alguien les hubiera avisado de su inminente llegada los nuestros les correspondieron aunque ojo avizor y les dieron cuentas espejos y un puñal del mejor acero de toledo allí comieron todos compartiendo el pan y el vino español con las exóticas frutas y exquisito pescado que trajeron los nativos y así transcurrió el día cuando atardeciendo les pidieron permiso para pasar la noche en el poblado más el jefe indígena no concedió por mar buenas razones que le dieron y no tuvieron más opción que la de verse obligados a pasar la noche a la intemperie lejos de la protección de sus navíos azotados por el viento montaron un improvisado campamento en un pequeño promontorio cerca de una de las playas y destacaron centinelas prestos para ponerles en pie si cualquier amenaza de este mundo o del mismísimo averno viniera por sus almas todos pasaron la noche comidos por los mosquitos que cual vampiros parecieran haber hecho un pacto con los demonios del lugar para extraerles todo su vigor sólo la luna y las titilantes estrellas daban algo de paz en aquel remoto páramo lejos de su hogar mientras entre pesadillas había quien soñaba como las voraces olas de la playa desafían sus restos mortales y más que pesadillas fueron premoniciones porque
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