Fuego de amor 4b5h3v

Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, libéranos, Señor Dios nuestro.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes.

Te adoro con profunda reverencia.

Te pido perdón de mis pecados y gracia para ser con fruto de este rato de oración.

Madre mía inmaculada, San José, mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí.

En la Sagrada Escritura, la manifestación de Dios se realiza muchas veces a través de hechos físicos y es como una continuidad.

Por ejemplo, la aparición del viento, del soplo.

El soplo de Dios significa la vida o la vidificación, no sólo cuando infunde el alma al cuerpo de Adán, sino también el soplo de Dios cuando envía al Espíritu Santo.

En Pentecostés se hace sentir un viento impetuoso como anunciando el prodigio.

Y Jesús muchas veces también soplaba, soplaba para enviar al Espíritu Santo.

Y el otro signo que utiliza para hacerse presente es el signo del fuego.

El fuego es algo muy misterioso.

Tan es así que los antiguos decían que el fuego había sido robado del cielo por Prometeo y por eso había sido castigado Prometeo.

Pero el fuego, la naturaleza del fuego, pues es una forma de expresar muchas cosas.

Tiene muchos efectos el fuego.

El fuego purifica, por ejemplo, aquello a lo que se somete su acción.

O el fuego da resplandor, ilumina.

O el fuego también derrite incluso metales muy duros.

Y Juan Bautista dice que él bautiza con agua pero viene otro detrás de él que bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.

Y pues podemos tratar de entender que efectivamente el fuego se opone a la tibieza o al frío.

Incluso a la muerte.

La muerte es el frío, el rigor mortis.

Y el fuego también tiene la característica de que es una realidad como viva que siempre necesita estar quemando, que está en movimiento y entonces produce más llamas y se propaga.

Y el fuego llega en pentecostés y se posa sobre las cabezas de los apóstoles una llama sobre cada uno.

Y podemos nosotros pensar que efectivamente es como una invitación a una intensidad, a una presencia en nosotros del Espíritu Santo como fuego, como algo que viene a encendernos o a quemarnos.

Y ese fruto, el primero de los frutos del Espíritu Santo, pues como sabemos, es el amor.

El fuego, el fuego del corazón de Jesús que se manifiesta también así siempre como con llamas.

Y otra vez tenemos que decir que el Espíritu Santo, fuego, el Espíritu Santo, ese misterio que alcanzamos a comprender, el Espíritu de Dios que tiene muchos nombres.