Fray Eduardo: ¿Hay monjes benedictinos jóvenes? 22i2k

Me llamo Eduardo Oliver Piqué, soy de Barcelona, tengo ahora mismo 24 años y entré en el monasterio en 2015, hace poco más de tres años.

Yo estaba en ese momento en Pamplona, estudiando en la Universidad de Navarra, Derecho y Filosofía.

Cuando terminé el colegio me empecé a plantear una posible vocación sacerdotal, así que con el director espiritual decidimos que era una buena solución ir a Pamplona, allí podía estudiar una carrera civil, aunque elegí Derecho, simplemente me había gustado, y a la vez empezar mis estudios de Filosofía y Teología.

Y bien, pude vivir en el colegio Albáizar, con gente fantástica, la verdad, que ayudó muchísimo, una sólida vida cristiana, mucha delicadeza, atención a las personas, un gran clima de libertad, y recuerdo que me ayudó muchísimo, de verdad.

Y bien, cuando quedaba un año para terminar, hubo la vitificación de don Álvaro del Portillo, y entre los múltiples actos que se hicieron, una fueron las vísperas en Leire.

El colegio mayor fue, y como que no se podía decir mucho que no, así que tarde de domingo, sábado por la tarde creo que era, y fue venir aquí, bien, me tocó detrás de una columna, no vi nada, y creo que oír estaba tan de mal humor que tampoco me enteré de nada.

No me acuerdo que salí diciendo, necesito unos días de silencio, de oración, de ponerme a escuchar, y sí, curiosamente, escuchar es la primera palabra de la Regla de San Benito, que es escucha, escucha.

Y sí, no era tanto cuestión de sacar propósitos, enmiendas, de decidir qué quería hacer yo con mi vida para el Señor, sino de ver si el Señor realmente quería algo.

Me dieron permiso para el director espiritual, me dieron permiso para venir, sin eso no lo hubiese hecho, paradójicamente me dio permiso, vine, vine para tres días, me quedé cinco, volví a los dos meses, y hacía la maleta ya pensando en cuándo la volvería a hacer.

Así que plantear la vocación era inevitable, y al año entré.

No conocí absolutamente nada, de hecho, estando aquí uno ve que siempre había estado ahí, nunca conscientemente.

Sí, sí, también porque los monjes tenemos voto de estabilidad, es decir, donde entramos nos morimos, y entonces no se trata tanto de discernir dónde ve uno, es más un encuentro, y acontece, ya está, uno no calcula si le gusta o no le gusta, si tiene pros o contras, si es afín o no afín, se podrá ponderar todo eso, pero el choque inicial, el encuentro siempre es más potente.

No es tanto cuestión de discernir, de pensar si va conmigo, se presenta, y ya está.

Ser el director espiritual ha sido una de las mayores gracias de mi vida, tanto fuera como aquí dentro también.

Sí, de hecho, sobre esto de la dirección espiritual como algo muy extrínseco, muy impuesto, mi experiencia ha sido totalmente la contraria.

Siempre he encontrado a alguien dispuesto a escuchar y a descubrir lo que el otro necesitaba y lo que se pedía del otro, es decir, sigo dando gracias a Dios y un poco maravillado de esto.