La fe nos da esperanza. Homilia martes 27/5/2025, P. Santiago Martín FM 5al57

Jesús, contigo resucitaremos.

El Señor está con vosotros.

Lectura del Santo Evangelio según San Juan En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos Ahora me voy al que me envió y ninguno de vosotros me pregunta a dónde vas sino que por haberos dicho esto la tristeza os ha llenado el corazón.

Sin embargo, os digo la verdad, os conviene que yo me vaya porque si no me voy no vendrá a vosotros el paraclito.

En cambio, si me voy, os lo enviaré y cuando venga dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena.

De un pecado porque no creen en mí.

De una justicia porque me voy al Padre y no me veréis.

De una condena porque el príncipe de este mundo está condenado.

Palabra del Señor.

Gloria a mi Señor Jesús.

Estas palabras de Jesús anticipo de su inminente marcha antes de Pentecostés.

Estas palabras del Señor a mí por lo menos me recuerdan a la despedida de un ser querido.

Despedida porque se va a trabajar lejos, por ejemplo, o una despedida más dolorosa todavía como es la de la muerte.

Si nos comportamos como si no tuviéramos fe, sufriremos del mismo modo que sufren los que no tienen fe.

Jesús les dice, me voy porque por haberos dicho esto la tristeza os ha llenado el corazón.

Si no creemos que hay vida eterna, la muerte es un desgarro casi imposible de superar.

Esa persona que has amado ya no la vas a volver a ver nunca más.

Y cuando te llegue a ti la hora pasa a desaparecer totalmente para siempre.

Esto es lo que piensan los que no tienen fe.

Pero nosotros aún sufriendo por la pérdida no podemos dejarnos llevar de la desesperación porque sólo tienen desesperación los que no tienen esperanza.

Es decir, tienen desesperación los que no tienen fe y por eso no tienen esperanza.

Cualquier separación de alguien amado, sea temporal, he puesto el ejemplo de un viaje de trabajo, o de la inmigración a otro país, o sea una separación provocada por la muerte, es doloroso.

San Pablo lo dice en su carta a los tesalonicenses.

No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza.

No dice para que no os aflijáis, sino para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza.

Nosotros nos afligimos pero no como los hombres sin esperanza.

Y por eso la tristeza que existe, pero no puede llenar nuestro corazón.

Cuentan que San Agustín, cuando muere su madre Santa Mónica, estaban los dos, junto con los primeros compañeros de Agustín, a punto de embarcar en el puerto de Roma, en Ostia Tiberina, hacia su país natal, hacia Hipona, Tagaste, y allí Santa Mónica enfermó gravemente y murió.

Y cuentan que los compañeros de Agustín, viéndole tan apenado por la muerte de su querida madre, empezaron a hablarle de la Resurrección y de decirle, pero sabemos que hay vida eterna, no este es así.

Y dicen que San Agustín les contestó, lo sé, lo sé, y eso me impide desesperar, pero se ha muerto mi madre.