¡Eureka y a regañadientes! 🛁⚙️ La entrevista imposible a Arquímedes 6i5c6g

Bienvenidos a Entrevistas Científicas Imposibles, el único podcast donde logramos lo que ni el mismísimo espacio-tiempo permitiría, revivir a las mentes más brillantes de la historia para hacerles preguntas que nunca imaginaron responder.

Hoy cruzamos los límites del tiempo, la física y el sentido común, una vez más, para traer desde las polvorientas arenas de Siracusa al maestro de las matemáticas, el mago de las máquinas, el terror de los soldados romanos, nada más y nada menos que… ¡Arquímedes! Ti Estituto, ¿qué es esto? ¿Cómo osáis perturbar mi tranquilidad? Maestro, no todos los días uno tiene el honor de hablar con una leyenda viva, bueno, resucitada.

Me has resucitado justo cuando estaba calculando una nueva forma de cuadrar la parábola, y ahora estoy aquí, con luces, ruidos y… ¿qué es eso? ¿Una grabadora? ¡Panurgía! ¡Brujería! La tecnología ha avanzado mucho desde su época, ya lo verá. Solo queremos hacerle unas preguntas sobre ciencia, la vida y… bueno, también sobre ese famoso grito suyo en la bañera. Está bien, hablaré. Pero que conste, esto me retrasa tres teoremas y una idea brillante.

Y si alguien interrumpe mis círculos otra vez, juro que lanzo una catapulta al micrófono. Con eso, arrancamos el episodio de hoy. Prepárense para aprender y para sobrevivir al carácter del genio. Esto es, Entrevistas Científicas Imposibles con Arquímedes de Siracusa. Bueno, maestro Arquímedes, vamos a hablar un poco de usted. Cuéntenos, ¿cómo fue su vida en Siracusa? Monótona, como debe ser. Me levantaba con el sol, comía pan, olivas y luego a trabajar.

Círculos, palancas, problemas imposibles… ¡Eso era vida! Hasta que venía alguien a decirme… ¿Arquímedes, quieres venir a ver el teatro? ¿Moré? ¡Egoímito teatro! ¿Qué quiere decir? Tonto, yo soy el espectáculo. Déjame con mis números. Parece que no era muy fan de la vida social.

¿Vida social? ¿Para qué? ¿Para escuchar a alguien contarme por quinta vez que su vecino hizo una estatua de barro que se parece a pericles? Prefiero mil veces medir la sombra de un obelisco. La gente es muy pesada. ¿Usted también? Vaya. Y dígame, ¿cuándo empezó a interesarse por las matemáticas? Desde niño, mientras otros lanzaban piedras, yo calculaba trayectorias. ¿Sabes la alegría que se siente al encontrar la forma exacta de dividir un círculo en doce partes iguales sin que se vea feo? Eso es arte.

Eso es tecni. ¿Y sus descubrimientos? ¿El principio de flotación? ¿Las palancas? ¿El tornillo de Arquímedes? ¿Cómo nacían esas ideas? Pensando. En silencio. No con entrevistas, ni con reuniones, ni con esos malditos brainstormings, que tormentan y que nada. Anatolí Thunú. Las ideas llegan cuando dejas que la mente flote, como el rey en su bañera. Bueno, no exactamente flotaba. Más bien, se hundía con dignidad.

Ah, sí, el famoso episodio del Eureka. ¿Eso pasó tal cual? Lo que pasó. Me metí a la bañera, vi cómo subía el agua, hice los cálculos mentalmente y grité, ¡Eureka! Y salí corriendo. Sí, sin ropa. ¿Y qué? La física no espera al vestuario. Además, mi túnica estaba mojada. Y era incómoda.

Bueno, visto así. Pero, maestro, ¿cómo se le ocurrían tantos inventos? ¿Lo hacía por encargo? Por encargo, dice. Como si me pidieran una pizza. Las ideas venían solas. O a veces, sí, el rey me decía, necesito algo para sacar agua de un pozo sin que los esclavos se mueran de sed. Y yo le hacía una espiral. El tornillo de Arquímedes. Simple. Eficaz.

Pero lo usaban mal, claro. Uno hasta lo usó para sacar vino. Eregía.

Bueno, eso suena más eficiente que trágico.

Vino en espiral no es vino, es un sacrilegio. Uno se ftellan por ébete.

¿Qué quiere decir? El vino se sirve en línea recta. En línea recta a... salvajes.

En fin. Gracias, maestro, por compartirnos un poco de su rutina. Aunque no parece muy fan de las entrevistas.

No lo soy. Nada. Menuda pérdida de tiempo.