La Escalera del éxito: ¿a dónde estamos subiendo los hombres? 1z1u3e

Corre y se va corriendo.

Esto es Lotería Machirula, un espacio para confrontarnos, incomodarnos y transformarnos.

Comenzamos.

La que sube y la que baja, la escalera.

A estas alturas uno ya no sabe si está subiendo o está bajando.

¿O por qué quiere subir? ¿A dónde estamos realmente subiendo los hombres? Vamos a utilizar el símbolo, la imagen de la escalera, para hablar de este proceso tan curioso, de la búsqueda desesperada de subir y subir y hacer y hacer y producir y demostrar, en la cual estamos de forma bastante destructiva, implicadas todas las personas en este sistema, pero sobre todo los hombres, dentro de todo un aparataje de condicionamientos culturales asociados al género, en donde se dice que los hombres siempre tenemos que ser exitosos, productivos y estar arriba.

Dicen que uno tiene que ser alguien en esta vida, que hay que subir, progresar, lograr, tener, demostrar.

Y si somos hombres, esto no es una opción, es un mandato.

No solo vamos a hablar de estos peldaños y esta llegada a las alturas, vamos a hablar de la presión silenciosa que pesa sobre los hombros de millones de hombres, de esta exigencia constante para ascender y de qué pasa cuando subimos tanto que de pronto nos perdemos a nosotros mismos y no sabemos en dónde nos dejamos.

La escalera es un símbolo poderoso, ¿no? Es representante de la ambición, del movimiento, del progreso, de escalar.

Pero también puede ser una trampa, porque no toda escalera lleva un lugar deseado.

A veces ni siquiera nos preguntamos si queremos subir, solo subimos porque pues así nos toca, ¿no? Ahí andamos los compitos desde niño compitiendo.

Y así como dice la frase juguetona, no compitas, haz compitas, muchas veces vamos dejando nuestros afectos, nuestras pasiones, nuestros sentires, ahí atrás con tal de subir.

Desde niños, a muchos hombres nos enseñaron que nuestro valor se mide en función de lo que logramos, de ser exitoso, de tener dinero, un buen carro, estatus, poder, reconocimiento, y que si no lo tenemos, pues fracasamos, somos unos fracasados.

De hecho, hay un montón de cursos y de contenidos que te dicen cosas como no seas un fracasado, sé parte del 1% de la población, o de los exitosos, o pásate al lugar del éxito.

Y con todo este buen hondismo, que realmente no es tan buena onda, y que disfraza un montón de discurso violento, clasista y destructivo, pues muchos nos podemos llegar a enganchar y a creérnoslo.

Hay que entender que este mandato no es solo cultural, está profundamente vinculado también y específicamente al género de lo masculino.

En la masculinidad tradicional se construye todo esto alrededor de la producción, del rendimiento de éxitos, de lo que nos enseñaron a ser, a sentir y a sostener como una autoimagen correcta de un hombre.

Entonces, el hombre que no escala, que no gana, que no sobresale, es visto como debilucho, como mediocre, como fallido.

Y este miedo al fracaso se convierte en un macabro motor que de pronto no podemos parar.

Y está dale y dale y dale al grado de quemarnos, de quedarnos consumidos.

En México, según el estudio de masculinidades y salud mental realizado por Hendes y Lunam en el 2022, se encuentra que más del 70% de los hombres entrevistados afirmaron sentirse presionados por alcanzar metas económicas o profesionales que estaban impuestas por el entorno, y que más del 50% expresó sentir ansiedad y estrés crónico por no cumplir lo esperado.

La idea de la meritocracia, eso de que el que no se gana