Episodio 1x11 Vergüenza 1v2r3x

En un mundo donde la empatía escasea y la soberbia abunda, aquí está ella para conversar
sobre lo cotidiano, sobre esos problemas que todos enfrentamos. Ella es Carla. Mujer, madre,
trabajadora, y sobre todo una valiente dispuesta a abordar lo que muchos pensamos pero pocos
se atreven a decir. En este programa encontrarás una variedad de temas random, pero especialmente
esos tabúes que rara vez se tocan y que generan tanto estrés y carga mental. Te invito a
un espacio donde la gente normal se siente escuchada y comprendida. Bienvenido a Random.
¡Vergüenza! Y sí, así voy a empezar este nuevo capítulo de Random, con esa palabra,
vergüenza, porque es de lo que te vengo a hablar y porque después de estar sin publicar
¿cuánto? Casi tres semanas, no puede darme otra cosa más que vergüenza. Ha pasado mucho
tiempo desde nuestra última charla y es cierto de que no he tenido ni ganas ni tiempo de grabar
un nuevo podcast, aunque era mi intención, hablando precisamente de la vergüenza. Así que mira, así
empezamos con la vergüenza que me da volver después de tanto tiempo. Pero es que a veces,
que como hemos hablado en otros capítulos, la vida nos para y nos para en seco para que
respiremos y podamos continuar. Así que nada, vergüenza. Y hoy te vengo a hablar de la vergüenza
y a leerte un texto que leí hace ya varias semanas en el Patreon de lo que es y siempre será, aunque
no vaya a terapia, mi terapeuta Beatriz Bello y el cual te dejaré el link en la descripción de
este podcast para que la puedas seguir si te gusta este texto tanto como me ha gustado a mí. Y dice así
Bendita vergüenza. Veo a la vergüenza como un puente frágil entre la piel y el mundo, como un
eco de un momento en que la risa ajena se convirtió en cuchilla. Antes de que ella viniera, justo antes,
surgió la chispa espontánea de nuestro ser sin miedo a expresarse tal cual. Pero algo ocurrió
fuera ante esto. La respuesta fue la burla, la humillación o el desprecio. La vergüenza aprendió
así a ayudarnos, sabio escudo, para proteger el tesoro más puro, el derecho a ser, a brotar, a vivir
sin máscara. La miro con ternura porque en ella veo el deseo de resguardar lo sagrado y la dura
historia implícita de cuando dolió expresarlo. Cada vez que la vergüenza nos colorea, sé que
lo espontáneo arde debajo, escondido entre sus pliegues, esperando quizá el momento de gritarle
al mundo. Aquí estoy. Soy. Existo. Y está bien así. ¿Y tú? ¿Cómo te sientes cuando te avergüenzas?
¿Cómo es ser testigo de que otra persona sienta vergüenza? ¿Cuál es tu reacción?
¡Bendita vergüenza! Porque iro a nuestras partes avergüenza. Y este es el texto. Es un
texto precioso con el que me sentí súper identificada en su día y quería compartirlo
contigo. Aparte de este texto, como te he hablado, Beatriz es terapeuta. Está invitada al programa,
la traeremos por aquí. Y tiene un montón de textos que me encantan. Así que, como te he dicho, te
dejaré su Patreon en la cajita de descripción para que tú también puedas descubrirla y leer
todo lo que escribe. Yo la verdad es que con este texto me he sentido muy identificada porque aquí
donde me veis, los que me conocéis solo por redes sociales, pensáis que soy una persona que no
tiene nada de vergüenza, que soy súper sociable, extrovertida y nada más lejos de la realidad.
Porque sinceramente soy una persona muy vergonzosa y los que me conocen de más cerca saben que enseguida
me salen los colores. Soy una persona que enseguida se pone rojita y se me nota un montón cuando algo
me da vergüenza. Cuando meto la pata, cuando me dicen piopo... Todos esos momentos de vergüenza,
cuando tengo que expresarme con alguien o incluso cuando tengo que aguantar esa rabia,
ese querer explotar pero tener que aguantar porque estás en un sitio en el que no puedes explotar y
demás. Soy de las personas a las que se notan rápidamente todas estas cosas porque mi cuerpo
me delata y me delata desde muy pequeña. Es algo que no he sabido gestionar. De hecho, venía a hablaros
de esto, ¿se puede la vergüenza gestionar y se puede trabajar? Bueno, pues yo creo que no.
Es algo que podemos ir camuflando pero que no se puede llegar a tapar. En mi caso he podido
dejar de ser tan vergonzosa por así decirlo.