
EP 99. Juliano el Apóstata (II): Juliano, césar 195y2n
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Segunda parte de la trilogía que El ocaso de Roma dedica a la vida del emperador Juliano, llamado el apóstata. Nos centramos hoy en la actuación de Juliano como césar de occidente, cargo al que fue elevado por su primo Constancio II en noviembre del 355. Parte este joven césar desde Milán rumbo a la Galia acompañado de su joven esposa, Helena, y una pequeña escolta de soldados. ¿Cómo se comportará este joven filósofo, este hombre arrancado de las bibliotecas y de las academias, en su nueva labor como señor de occidente? ¿Será capaz de poner orden en el Rin frente a los bárbaros? ¿Cómo será se relación con su primo el augusto a partir de ahora? Bienvenidos a un nuevo capítulo de El ocaso de Roma. Instagram: https://www.instagram.com/carlosdemiguelpodcaster/ Facebook: https://www.facebook.com/elocasoderoma/ Twitter (X): @elocasoderoma Novelas (El ocaso de Roma; El joven Constantino) https://ivoox.pelistorrent.net/autor/carlos-de-miguel/000057983 Mapas y cartografía: https://ko-fi.com/elocasoderomacartografia Web oficial: elocasoderoma.com 3r4h5c
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El 1 de diciembre del año 355, Flavio Claudio Juliano, jovencísimo César de 24 años de edad, parte de Milán en compañía de su esposa Elena y una pequeña escolta de soldados.
El invierno se les echaba encima, pero aún así debían de cruzar los Alpes y llegar a la Galia, llegar al Rhin. Tal era la prisa, tal era la necesidad de un César allí, de una autoridad imperial allí, pues la situación en este estratégico rincón del imperio era desesperada. Por el camino pensó seguramente nuestro amigo Juliano en la ajetreada vida que había llevado, más bien desdichada diría yo, sobre todo en su infancia, en donde vio morir a su madre, Vaselina, por causas naturales y a su padre, Julio Constancio, durante las purgas llevadas a cabo por Constancio II y sus hermanos tras la muerte del gran Constantino.
Purgas que se llevaron también por delante a su hermano mayor y que fueron también la causa de su vida itinerante, ahora en Nicomedia, ahora en el exilio en Macelum y así cuanto menos hasta los 19 años, que es cuando Constancio II nombra a César a su otro hermano, Galo, y esto supone también una carta de libertad para Juliano, que abandona su destierro y comienza a recorrer buena parte de las ciudades de Oriente en busca de maestros, de referentes, de conocimiento.
En todas estas cosas pensaría Juliano que, duda cabe, durante su viaje a la Galia, ya portando la púrpura de César sobre sus hombros, una púrpura que él no quería, él hubiera preferido seguir con sus estudios en Atenas, pasar los periodos estivales en la casa de su abuela, Flavia Teodora, en Nicomedia, recorrer bibliotecas, acudir a charlas y conferencias y también, por qué no decirlo, rendir culto a los viejos dioses, a esas divinidades que parecían en retirada frente al cristianismo pero que a él le parecían aún perfectamente válidas.
Pero, en lugar de eso, de ser un ciudadano anónimo dedicado a sus estudios, pues era todo lo contrario. Había sido nombrado César y además por el asesino de buena parte de su familia, incluido su hermano Galo, César también, como él ahora en el año 354. De todo esto hablamos en el capítulo anterior, un episodio dedicado a su infancia, a ese periodo de la historia de su vida que va desde su nacimiento en Constantinopla en el 331 hasta su designación como César en noviembre del 355.
Cuántas carambolas, cuántas vueltas tuvo que dar la vida de este joven para que pase de ser un superviviente a un César, nada menos, de un príncipe apocado, tímido, que pensaba que en cualquier momento iba a ser ejecutado por su primo Constancio a dueño de Occidente. Pero claro, la cosa desde luego no es tan fácil.
Juliano sí era señor de la Galia y Britania, pero esto no quiere decir que gozara de plenos poderes. De hecho, Constancio II quería a un representante de la familia imperial reinante allá en el Rhin, alguien que llevara la sangre de Constantino en sus venas, pero solamente eso. Las decisiones se seguirían tomando desde Milán y Juliano era poco más que un estandarte de la dinastía Constantiniana en tierras galas, una correa de transmisión de la voluntad de Constancio y de su corte y también una garantía contra posibles usurpadores, contra posibles magnencios o posibles silvanos, pero nada más. Y eso nuestro amigo Juliano, aunque era listo, no lo sabía aún. Él pensaba que ya que era César, al menos podría gobernar y reinar a su manera, pero no iba a ser posible.
Iba a estar demasiado vigilado, demasiado controlado desde Milán. Además, su primo Constancio II pensaba que Juliano se comportaría como se había comportado siempre, de manera dócil, temeroso incluso, para no buscarse problemas. Era además un ratón de biblioteca, un filósofo, un friki que diríamos hoy y desde luego se necesitaba algo más que una vasta cultura para gobernar la Galia. Se necesitaban arrestos, valor…
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