Ep. 35. Andrés de Urdaneta y el tornaviaje: el muñidor comercial del Imperio español 5758z

¡Hola! ¿Cómo están? Bienvenidos a Ilustres Olvidados, un podcast de The Objective, en el que hablamos de figuras del pasado de España que han protagonizado grandes hitos y hazañas, pero a quienes la historia ha decidido no recordar. Les habla, como todas las semanas, Jaime Cervera. En el capítulo anterior hablamos de Agustín Arguelles, destacado político del siglo XIX y uno de los principales impulsores de la Constitución de Cádiz. Hoy tenemos por delante un episodio fascinante. Nos centraremos en una figura de una importancia capital para el desarrollo de lo que hoy conocemos como Imperio Español. A pesar de lo cual, su hazaña y su nombre son bastante desconocidos en nuestro día.

Nos referimos a Andrés de Urdaneta. No por manida deja de ser cierta esa frase que a los nikis tanto les gustaba, la de que en el Imperio Español no se ponía el sol. En efecto, en tiempos de los Austrias Mayores, nuestros dominios se extendían a lo largo de miles de kilómetros y de tres continentes. Europa, con la España actual Nápoles y Flandes, América, con presencia desde California hasta Argentina, y Asia, con las Islas Filipinas. Para mantener esos vastos territorios hacía falta un ejército de primera, y desde luego España lo tenía, con los tercios y con la armada, la mejor de su tiempo. Pero la otra pata sobre la que se sostiene cualquier imperio es el comercio.

Hoy nos centraremos en esta segunda faceta, y en el hombre que hizo posible la comunicación entre Madrid y Manila. Andrés de Urdaneta nació en Villafranca de Ordizia, Guipúzcoa, en 1508. De familia noble, su padre era el alcalde del pueblo, y el joven Andrés recibió una sólida formación, destacando en matemáticas. Luego veremos que esto es importante. Se ve que Andrés era inquieto, porque a los 17 años se enroló en una expedición comandada por García Jofre de Loaiza, que se dirigía a las Islas Molucas.

Aquí es preciso hacer un alto en el camino para explicar la importancia estratégica de este archipiélago. Las también llamadas Islas de la Especiería eran un lugar clave, por ser uno de los únicos lugares del mundo donde estaban presentes el clavo y la nuez moscada, especias muy preciadas tanto por el sabor que aportaban a las comidas, como por su capacidad para conservar alimentos.

Tan importantes eran estas islas que España y Portugal llevaban décadas disputándose su control.

Los portugueses recorrían la ruta oriental, navegando hasta el Cabo de Buena Esperanza, bordeando el sur de África, y después dirigiéndose hacia las Molucas en dirección noreste. Los castellanos, por su parte, al haberse confirmado la esfericidad de la tierra, decidieron que tratarían de llegar a las islas navegando hacia occidente, en dirección contraria.

La primera gran expedición con este fin no fue otra que la de Magallanes y el Cano, que acabó dando la primera vuelta al mundo. Cuando el Cano llegó a las Molucas, eso sí, volvió a España por la ruta portuguesa, algo que no era sostenible a largo plazo porque esas aguas las controlaba el vecino reino y se sufría el riesgo de ser interceptado.

Así pues, el nuevo plan consistía en partir de la península ibérica, hacer escala en los dominios españoles en América y de ahí seguir navegando hacia occidente hasta Filipinas. Hasta Filipinas y no hasta las mismas Molucas porque por Filipinas pasaba todo el comercio del sudeste asiático, también las especies.

Una vez en Asia, la idea era desandar el camino y dirigirse esta vez a oriente para volver a llegar a México. Sin embargo, esa última parte de la travesía, el llamado tornaviaje, se les estaba atragantando a los marinos españoles ya que las corrientes eran favorables para la asingladura entre Nueva España y Filipinas.