Ep. 100 El casual Descubrimiento del LSD 3m1t1f

Este es un podcast puramente divulgativo, no se aconseja ni recomienda el uso de ninguna sustancia ilegal.

A lo largo de estos 100 episodios que van ya del podcast, la historia de la música se ha interconectado con lugares, paisajes, continentes, ciudades, con una iglesia, también con inventos tecnológicos, con el cine, con personalidades como compositores, alumnos, alumnas, emperadores. Y este episodio no va a ser el esperado episodio redondo por eso de llegar a las tres cifras.

Flipadas aparte, creo que el título hace más que el número y que, aun así, sé que si le has dado una oportunidad a este o cualquiera de ellos, es porque tenemos una cosa en común.

Somos gente curiosa. La química va a ser la protagonista de este cantar que sí es verdad que empieza diferente.

Mucho has tardado en comentarlo. Muy buena susurrante. Sí, no hay música de fondo, lo que escuchas es el ambiente de la ciudad de Basilea.

Ciudad suiza fundada hace 2.000 años a orillas del río Rhin y en la que hoy confluyen también las fronteras con Francia y Alemania. Esta conexión quizás sea una de las razones por las que justo aquí se fundó la primera universidad de Suiza en 1460. Ampliada dos siglos más tarde por la galería de arte público más antigua del mundo. Hoy el Kunstmuseum.

Sí, y hoy cuenta con más museos por habitante que cualquier otra ciudad de Europa. Durante la reforma protestante del siglo XVI fue hogar de muchos tintoreros de seda. En otras palabras, un lugar donde se trabajaba mucho con productos químicos. Antes de adentrarnos más en su arquitectura medieval y renacentista, de presentarte al protagonista de esta historia y a su descubridor, muy buenas, soy Juan Egüeren. Bienvenido, bienvenida a un nuevo cantar de este joven bardo. Hoy te traigo bicicletas, cerebros, sensaciones, una revolución, incluso azucarillos edulcorados. Hoy hablamos del casual descubrimiento del LSD.

En 1886 es fundada Sandoz, que luego fue parte de Novartis. Sandoz comenzó fabricando tintes, luego se centró en la sacarina y 30 años más tarde creó su departamento farmacéutico.

Fue en 1917, año en el que el profesor Arthur Stoll aisló una sustancia activa llamada autamina del cornezuelo. El del baile. Sí, queda ya un poco lejos, pero en el episodio 5 de este podcast hablé de un hongo que hizo que europeos medievales bailaran hasta morir y que está relacionado con la serie de las tofas que acaba de estrenar nueva temporada. A la cola para escuchar después. Stoll descubrió que en su forma refinada podía dosificarse, que podían evitarse algunos efectos secundarios y eso infló las ganancias de Sandoz.

Por aquí tenemos ya a nuestro protagonista.

No podíamos desaprovechar la oportunidad de traer a este nuevo Pitágoras, a este octavo sabio de Grecia. Es suizo, suizo de habla alemana. Hoffman nació en el cantón suizo de Argau, en 1906, en el seno de una familia humilde que quedó desamparada por la muerte prematura del padre. Pasó su adolescencia en el banco de taller de una fábrica como primogénito responsable de los suyos, pero le fascinaba la investigación científica y cursó simultáneamente estudios de química en Zúrich, que terminó en un tiempo récord y con premio extraordinario, culminando esa carrera con una tesis doctoral que hizo época, al describir por primera vez la hasta entonces enigmática estructura de la quitina.

Gracias Fernando, ya te relevo, no te preocupes. Sí, Albert Hoffman era un jovencito suizo que se graduó en 1929 en la universidad de Zúrich y que pretendía sintetizar un compuesto químico que estimulara los sistemas respiratorio y circulatorio. El cornezuelo era un veneno mortal en grandes cantidades, como te comentaba, era un hongo que afectaba al centeno y que había golpeado a Europa siglos atrás. Hay quien lo relaciona hasta con la histeria colectiva que desembocó en los famosos juicios de Salem, a finales del siglo XVII.

Brujería. Albert entró en el departamento de investigación y desarrollo farmacéutico de Sandoz, 12 años después de los descubrimientos de Arthur Stoll. Él y el equipo en el que trabajaban consiguieron determinar la estructura química y varios compuestos biológicamente activos del cornezuelo. Vieron que todos ellos tenían un núcleo en común y empezaron a trabajar.

El punto de partida fue lo que llamaron ácido lisérgico, en alemán.

Nuestro colega Albert Hoffman consiguió desarrollar un proceso sintético que sí, partía del cornezuelo, del ácido lisérgico, pero que podía conseguir que, gracias a algunos de sus compuestos nuevos, se le diera un uso médico.

Mezcló el ácido lisérgico con varias moléculas orgánicas, a ver qué pasaba como quien dice, e hizo 24 combinaciones, que, bueno, sin más. Y entonces llegó a la vigésimo quinta, la 25, justo como el año en el que estamos.

Alem, pa' que te acuerdes. Hizo reaccionar el ácido lisérgico con un derivado del amoníaco, la dióxido de carbono.