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ENIGMAS DE LA HISTORIA CON ROBERTO MIMÓ
Enigmas de la Historia P24 JESÚS DE NAZARET PARTE 2

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15/4/2025 · 58:54
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ENIGMAS DE LA HISTORIA CON ROBERTO MIMÓ

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Esta semana emitimos la segunda parte del coloquio especial sobre Jesús de Nazareth, conociendo los detalles sobre su resurrección, el papel de las mujeres en su ministerio y su crucifixión I 1z4i21

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Buenas, no sé si vieron el programa de la semana pasada, el programa anterior, que trató sobre la vida de Jesús. Es un programa largo, lo hemos dividido en dos y vamos con la segunda parte del programa que anunciamos con el vídeo documental de La Pasión de Jesús. Nosotros seguimos aquí, nos van a ver con la misma ropa, pero no es que nos hayamos estado toda la semana aquí, nosotros hemos ido con nuestros familiares, hemos brindado, hemos pasado Noche Buena, etcétera, etcétera. Pero como lo hemos grabado todo en el mismo día para no perder hilo, seguimos aquí igual de guapos que estábamos cuando nos despedimos la semana pasada. Y con esto, pues bueno, no me enrollo más y vamos con el vídeo documental sobre La Pasión de Jesús.

Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús. Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él. Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo, hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí vendrán días en que dirán, bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron.

Entonces comenzarán a decir a los montes, caed sobre nosotros, y a los collados, cubridnos. Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, en el seco, ¿qué no se hará? Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos. Y cuando llegaron al lugar llamado de la calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Y Jesús decía, padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. Y el pueblo estaba mirando, y aún los gobernantes se burlaban de él, diciendo, a otro salvó, sálvese a sí mismo, si este es el Cristo, el escogido de Dios. Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre, y diciendo, si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas, este es el rey de los judíos.

Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo, si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo, ¿ni aún temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos, más este ningún mal hizo. Y dijo a Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo, de cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Cuando era como la hora sexta, hubo tiniebla sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo, Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró. Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo, verdaderamente este hombre era justo. Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.

Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas. Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo. Este, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos, fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. Y quitándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie.

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