La continuidad de los parques, de Julio cortázar. 401o

Había empezado a leer la novela unos días antes la abandonó por negocios urgentes volvió a ver isla cuando regresaba entrega la finca se dejaba interesar lentamente por la trama por el dibujo de los personajes esta tarde después de escribir una carta su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparecería se volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles allanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado comuna irritante posibilidad de intrusión es dejo que su mano izquierda acariciar a una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas la ilusión novelesca logran ocasión seguida gozaba del placer casi perverso de irse desgarrando línea a línea de lo que le rodeaba y sentir a la vez que su cabeza descansará cómodamente en el terciopelo de el alto respaldo que los cigarrillos seguían al alcance de la mano que más allá de los ventanales danzaba al aire de la tarde hacer bajo los robles palabra a palabra absorbido por la sordidez disyuntiva de los héroes dejando seguir hacia las imágenes que se concertarán y adquirían color y movimiento fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte primero entraba en la mujer celosa ahora llegaba el amante lastimada la cara por el chico tazón una rama irable mente restañar a ella la sangre con sus besos pero el rechazaban las caricias no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos el puñal sentiría va contra su pecho y de tajo la tía la libertad haga zapata un diálogo anhela ante corría por las páginas como un arroyo de serpientes y se sentía que todo estaba decidido está siempre hasta esas caricias que reclaman el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadir lo dibujaba abdominal mente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir nada había sido olvidado guardadas azares posibles errores a partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido el doble repaso despiadado se interrumpió apenas para que una mano a acariciar a una mejilla empezaba noche hacer sin mirar ya atados rígida men de a la tarea que los esperaba se separaron en la puerta de la cabaña ella debía seguir por la senda que lleva al norte desde la senda opuesta él se volvió a un instante para verla correr con el pelo suelto corrió a su vez para pétalos en los árboles y los setos hasta distinguir el la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba la casa los perros no debían labrar y no lograron el mayordomo no estarías ahora y no estaba subió los tres peldaños del porche y entró desde la sangre galopar en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer primero una sala azul después una galería una escalera alfombras en lo alto dos puertas nadie en la primera habitación nadie en la segunda la puerta del salón y entonces el puñal en la mano la luz de las ventanales el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela a a