
Descripción de Capítulo III 5h1o51
En este capítulo, finalmente se celebra el tan esperado baile , ese evento social tan crucial en la Inglaterra rural del siglo XIX. Aquí es donde el Sr. Bingley, el nuevo y acaudalado inquilino de Netherfield , hace su primera aparición pública en la comunidad. Las jóvenes de la región, incluidas las hermanas Bennet, asisten con gran expectación, deseosas de conocer a este caballero que podría convertirse en un excelente partido. Es también en este escenario donde se nos presenta por primera vez al orgulloso Sr. Darcy, el amigo del Sr. Bingley, cuya actitud distante y altiva no pasa desapercibida. Prepárate para una escena llena de expectativas, primeras impresiones y danzas —un auténtico escaparate social donde comienzan a tejerse los lazos del destino entre nuestros protagonistas. p4k1q
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Orgullo y prejuicio. Capítulo 3. Cuántas preguntas hizo la señora de Bennet, ayudada por sus hijas, no fueron suficientes para obtener de su marido satisfactoria descripción del señor Bingley. Atacáronle de diversos modos, con preguntas descaradas, suposiciones ingeniosas, remotas sospechas, Macell superó a la habilidad de todas las damas, las cuales se vieron obligadas a aceptar los informes de segunda mano de su vecina Lady Lucas. Las noticias de ésta eran muy halagüeñas. A Lord Guillermo le habían gustado mucho. Era muy joven, extraordinariamente guapo por extremo agradable y, para coronamiento de todo, proyectaba asistir a la próxima reunión con numerosa compañía.
Nada podía haber más delicioso. Gustar del baile era escalón para llegar a enamorarse, y por eso se concibieron muchas esperanzas en lo referente al corazón de Bingley. Si pudiera ver a una de mis hijas dichosamente establecida en Nérfli, decía la señora de Bennet a su marido, y a las demás, igualmente bien casadas, no tendría nada que desear. Pocos días después, Bingley devolvió la visita al señor Bennet y permaneció sobre diez minutos con él en su biblioteca. Había aquel alimentado esperanzas de que le fuera permitida una mirada a las muchachas, de cuya belleza había oído hablar mucho, pero sólo vio al padre.
Las señoras fueron algo más afortunadas, porque tuvieron la suerte de cerciorarse desde una ventana alta de que vestía traje azul y montaba un caballo negro. Poco después, se le envió una invitación para comer, y la señora de Bennet pensaba ya en los platos que habían de acreditar sus cuidados domésticos, cuando se recibió una contestación que difirió del todo.
El señor Bingley se veía obligado a marchar a la capital al día siguiente y, en consecuencia, no podía aceptar el honor de su invitación, etc. La señora de Bennet quedó por completo desconcertada. No podía imaginar qué asuntos podría tener en la capital tan poco después de su llegada al condado de Hedford, y comenzó a temer que habría de estar siempre de un lado para otro y jamás fijo en Netherfield, como era debido.
Lady Lucas aquietó sus temores exponiendo la conjetura de que fuera a Londres sólo para traer numeroso acompañamiento al baile, y se corrió la noticia de que Bingley iba a llevar consigo a la reunión a doce señoras y siete caballeros. Las muchachas se afligieron con semejante número de señoras, pero el día anterior al baile calmaronse, oyendo que en vez de doce sólo había traído de Londres seis, sus cinco hermanas y una prima, y cuando la partida penetró en la sala de la reunión constaba no más que de cinco personas en conjunto. Bingley, sus dos hermanas, el marido de la mayor y otro joven.
Bingley tenía bueno y caballeroso aspecto, fisonomía agradable y fáciles y no afectados modales. Sus hermanas eran personas distinguidas y muy a la moda. Su cuñado, el señor Hurst, no pasaba de semejar un caballero, pero su amigo el señor Darcy atrajo pronto la atención de la sala por su fina persona, su talle, sus bellas facciones y noble aire, y en cinco minutos se extendió la noticia de que poseía 10.000 libras anuales. Los caballeros afirmaban que tenía figura distinguida.
Las señoras declararon que era mucho más guapo que Bingley, y así fue mirado con singular iración aproximadamente la mitad de la velada, hasta que sus modales disgustaron de tal modo que se disipó la oleada de su popularidad por haberse descubierto que era orgulloso, que pretendía exponerse a todos y por todos ser complacido. Y ni aún su extenso estado en el condado de Derby pudo ya librarle de tener el más desagradable y odioso aspecto y no valer nada en cotejo con su amigo. Bingley entró pronto en relación con las principales personas de la sala. Era vivo y franco, bailó todos los números.
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