
Descripción de Caperucita rockera y el lobo de la música 585x4c
Cuento original de Tiana publicado en www.cuentos-online.com https://www.cuentos-online.com/cuentos/caperucita-rockera-y-el-lobo-de-la-musica/# Adaptación y voz: Ester Moreno García Música: On My Own de Bail Bonds en Youtube 1s4t5y
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Érase una vez, un pequeño pueblo donde se respiraba música por doquier.
Allí vivía una niña que era conocida como Caperucita rockera.
Y es que aquella pequeña siempre llevaba puesta una chaqueta roja y unas botas con
tachuelas.
Caperucita no era como el resto de niños y niñas del pueblo, porque a ella no le gustaba
ni el reggaetón, ni el trap, ni siquiera el pop.
Ella lo que amaba escuchar era el rock, sí, sí, el rock, ¿cómo lo oís?
Es más, su posesión más preciada era su guitarra eléctrica.
Un buen día, o mejor dicho, un mal día, su abuelita cayó enferma.
Hacía mucho, pero mucho tiempo, su abuela había sido una famosa baterista en un grupo
que era buenísimo.
Y no opinaba eso sólo porque era su abuela, es que lo decían en todos los medios musicales.
El caso es que Caperucita decidió que para animar a su abuelita iba a llevarle una canasta
llena de discos de vinilo y púas de guitarra.
—¡Mamá, papá!
—¿Qué?
—gritaron ambos al unísono.
—Me voy a ir a ver a la abuelita.
Voy a llevarle música de la buena y púas nuevas para su guitarra.
Seguro que así se recupera mucho antes.
Contestó la niña con una sonrisa en la cara.
—Vale, le dijo su madre, pero prométeme que no te vas a desviar del camino.
Tienes que llegar sin salirte de él.
Ya sabes que el lobo de la música no se acerca al pueblo, pero sí que ronda el bosque.
—No os preocupéis, prometo no salir del camino,
dijo mientras levantaba una mano en señal de promesa.
Sus padres no estaban muy convencidos, pero dejaron que fuese.
Ella, ni corta ni perezosa, se colocó la guitarra a la espalda y,
saliendo de casa, se encaminó al sendero del bosque que llevaba a casa de su abuelita,
mientras iba canturreando todo el tiempo melodías de rock.
Y claro, iba tan distraída pensando en sus canciones, que cuando escuchó un
extraño ritmo que salía entre los árboles, se desvió del camino sin darse cuenta.
—¿Y dónde sale esa melodía?
No es nada que haya escuchado antes.
Me gusta mucho cómo suena.
Mientras se iba avanzando entre los matorrales y cuando menos se lo esperaba,
¡zas!, apareció de la nada el lobo de la música.
Era muy grande, con una melena desordenada y unos ojos enormes.
Cualquier otra persona del pueblo se hubiese asustado,
pero Caperucita, Caperucita no.
Ella, en vez de miedo, sintió curiosidad.
—Esto… ¡Hola!
Supongo que tú eres el lobo de la música, ¿o me equivoco?
—No, no te equivocas.
Soy el lobo de la música —dijo con una voz profunda.
—¡Hala, tan bonita!
—exclamó Caperucita.
El lobo de peligroso no tenía nada.
Más bien era musical.
Llevaba una guitarra eléctrica en su espalda y sus patas se movían al ritmo del rock.
—Siento si te he asustado.
Estoy componiendo una canción nueva y me he parado un rato a intentar plasmar la idea
en la guitarra, a ver cómo quedaba.
—¿Lo has llegado a escuchar?
—Tranquilo, no me has asustado, al revés.
Me he acercado porque lo que me llevaba a lo lejos me estaba gustando mucho y no lo
conocía de nada —dijo Caperucita entusiasmada.
Caperucita y el lobo empezaron a hablar de música sin parar.
Así es como ella descubrió que el lobo no era malo, como la gente decía.
Él únicamente estaba solo y quería compartir su amor por la música.
—Te propongo un trato —dijo Caperucita.
—¿Qué trato? —dijo el lobo, un tanto desconfiado.
—Yo te enseño a ser un lobo.
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