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Los Audiolibros de Juanjolmes
Audiolibro: "La Paloma" (Alejandro Dumas)

Audiolibro: "La Paloma" (Alejandro Dumas) 55i18

30/5/2025 · 02:57:06
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Los Audiolibros de Juanjolmes

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La Paloma (La Colombe, 1850), de Alejandro Dumas, es una novela epistolar que se aleja de sus épicas aventuras, como Los tres mosqueteros, para ofrecer una historia íntima y romántica. Ambientada en 1637, sigue a Isabel de Lautrec, quien, tras la muerte de su prometido, el conde de Moret, en la batalla de Castelnaudary (mencionado en El Conde de Moret), se retira a un convento. Una paloma mensajera herida desencadena una correspondencia con un joven también marcado por el dolor, tejiendo una conexión emocional a través de cartas. La paloma simboliza la esperanza y la fragilidad de su vínculo, en una trama que explora el amor, la pérdida y el deber en una era de honor. Con una prosa elegante, Dumas crea una narrativa breve (unas 80 páginas) pero profunda, con suspense hacia un desenlace que mantiene al lector intrigado. La Paloma conecta con El Conde de Moret a través del personaje de Antoine de Borbón, cuya muerte marca a Isabel, sirviendo como un epílogo emocional a esa novela. A su vez, El Conde de Moret comparte el contexto histórico de Los tres mosqueteros (reinado de Luis XIII, con figuras como Ana de Austria y Richelieu), reflejando un universo narrativo cohesionado donde el heroísmo y las intrigas políticas se entrelazan con las pasiones humanas. Edición de Juan José Abenza https://rincondejuanjo.blogspot.com Traducida a partir de la versión del Proyecto Gutenberg en https://www.gutenberg.org/ebooks/48062 CAPÍTULOS 0:00:00 INTRO 0:00:09 1 0:01:24 2 0:03:41 3 0:10:28 4 0:18:28 5 0:23:31 6 0:27:27 7 0:35:36 8 0:37:27 9 0:37:46 10 0:41:18 11 0:43:30 12 0:44:59 13 0:45:41 14 0:46:29 15 0:47:09 16 1:27:45 17 1:54:33 18 1:57:01 19 1:59:47 20 2:00:40 21 2:01:39 22 2:17:06 23 2:18:15 24 2:43:50 25 2:48:19 26 2:48:47 27 2:56:41 CRÉDITOS 602t62

Lee el podcast de Audiolibro: "La Paloma" (Alejandro Dumas)

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La paloma mensajera, Alejandro Dumas.

1. 5 de mayo de 1637.

Hermosa paloma, de plumas plateadas, cresta negra y patas rojas, dado que tu prisión te parece tan sombría que amenazas con matarte contra sus barrotes, te concedo tu libertad.

Pero, puesto que sin duda deseas abandonarme sólo para regresar con otra persona a quien amas más que a mí, es mi deber asegurarme de que se te declare libre de culpa por tu ausencia de una semana de tu hogar.

Por lo tanto, certifico que mi intención era hacerte pagar con una condena de por vida el favor que te hice.

Tan egoísta es el corazón humano que no sabe hacer el bien sin exigir una recompensa, a menudo el doble de lo que su acción merece.

Parte pues, dulce mensajera, regresa al lugar de donde viniste, y lleva mis disculpas a ese hombre o mujer que te reclama desde lejos, a quien buscas con la mirada, aunque el viaje sea largo.

La carta que ato a tus alas es el salvoconducto de tu lealtad.

Adiós, una vez más, la ventana se abre, el cielo te espera. Adiós.

2. 6 de mayo de 1637.

Gracias a usted, quien quiera que sea, por devolverme a mi único compañero.

Pero, verá, su acto piadoso será recompensado.

Como si esta dulce mensajera que me trajo su carta hubiera entendido que debo agradecerle, y que mi único temor, al no saber dónde vive, era que me acusara de frialdad.

La misma inquietud que la dominó en su posesión se apoderó de ella en mi presencia.

Ayer, su regreso fue pura alegría al reencontrarme, pero esta mañana, mire cuán voluble es su ánimo.

Esta mañana ya no le basté.

Empuja con su pico y sus alas, no contra los barrotes de su jaula, pues nunca ha estado enjaulada, sino contra los cristales de mi ventana.

Ya no quiere ser sólo mía, quiere ser de ambos.

Que así sea entonces.

Contra la opinión de muchos, creo que una persona duplica su riqueza al compartir una parte con otros.

Así, de ahora en adelante, tendremos dos Iris.

Y note que le di el nombre de Iris, seguramente presintiendo que algún día sería nuestra mensajera.

Su Iris, que le lleva mis cartas.

Mi Iris, que me trae las suyas, porque espero que se digne decirme qué servicio le ha prestado y cómo llegó a sus manos.

Quizá le sorprenda que, sin rodeos y de inmediato, sea tan abierta con usted, amigo o amiga desconocida.

Pero usted debe ser bueno, ya que me devolvió mi paloma.

Además, envió con ella una carta que revela que la persona que la escribió es inteligente y muy culta.

Y todos los corazones nobles son hermanos.

Todas las almas comprensivas son hermanas.

Tráteme pues como hermano o hermana, como prefiera, pues anhelo llamar a alguien con ese nombre de hermano o hermana que no he dado a nadie.

Iris, mi hermosa amiga, ahora regresas de donde viniste y dile a quien te envió de vuelta a mí que yo te envío nuevamente a su lado, amigo o amiga.

Puedes añadir que preferiría enviarte a una amiga.

Parte pues, Iris, y recuerda que te espero.

3. El mismo día, tras el toque del ángelus.

Hermana mía, ¿no culpará a Iris ni a mí? No estaba en mi habitación cuando llegó su mensajera, pero la ventana estaba abierta, recibiendo las primeras brisas del atardecer.

Iris entró, y como si esa dulce criatura hubiera comprendido que tenía una carta que entregar y una respuesta que traer, esperó pacientemente mi regreso y, cuando entré en mi habitación, voló desde el estante donde se había posado hasta mi hombro.

¡Oh!, al descender a través de los muchos grados de la grandeza humana, he encontrado a ambos lados de mi camino suficientes emociones, tanto tristes como alegres.

Pero nada ha sido más triste que el sentimiento que me invadió al devolverle su paloma, aquella cuyo nombre ni siquiera conocía entonces, un nombre profético, como usted misma dijo, cuando creí que me despedía de ella para siempre.

Y nada ha sido más alegre que la emoción al pensar que la había perdido para siempre y luego verla de nuevo en mi habitación, sintiendo el fresco roce de su ala en mi mejilla al posarse en mi hombro.

¡Oh Dios mío!, entonces tienes, para el hombre, ese eterno esclavo de todo lo que lo rodea, alegrías y penas que surgen de las circunstancias.

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