
La Ascensión del Señor ( ciclo C ) 6j22k
Descripción de La Ascensión del Señor ( ciclo C ) 2n4l3i
Reflexión de Mons. José Ignacio Munilla sobre el evangelio del domingo de la Ascensión del Señor. 64u6t
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Solemnidad de la Ascensión del Señor a los Cielos, que en su ciclo C, en el ciclo C en el que estamos, recoge el relato de la Ascensión del Señor a los Cielos según San Lucas. Se da la circunstancia de que Lucas concluye su evangelio con el relato de la Ascensión a los Cielos y es él también el autor del libro de los Hechos de los Apóstoles, es Lucas el autor, e inicia ese libro, el de Hechos de los Apóstoles, con el relato de la Ascensión. Ambos textos, el de Hechos y el de Lucas, están recogidos en la liturgia de hoy.
Yo me quiero centrar en el de Hechos de los Apóstoles. Dicho esto a la vista de ellos fue elevado al cielo hasta que una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se le presentaron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron, que les dijeron, Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo volverá, como lo habéis visto marcharse.
Esta expresión, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?, es una expresión que ha sido referida con frecuencia, ha sido utilizada con frecuencia para subrayar la importancia de no vivir una religiosidad que esté meramente centrada en la preocupación por la vida futura, por ir al cielo, sino, por el contrario, que nuestra religiosidad esté también centrada en instaurar el reino de Dios en esta vida, en humanizar la vida, en cristianizar la vida.
En efecto, hay como dos modelos antagónicos de religiosidad. La religiosidad que se centra exclusivamente en ganar la vida eterna o la religiosidad que se vuelca en la labor humanitaria en esta vida, como si la religiosidad se pudiese reducir a una ONG. Son como dos modelos antagónicos que obviamente que hay que superar e integrarlos de una forma equilibrada.
En esta vida tenemos que ser contemplativos en la acción, luchar por transformar esta vida, pero siendo contemplativos, teniendo los pies en esta vida y el corazón en Dios, y por otra parte ser encarnados en la contemplación, es decir, tener una contemplación de Dios, pero encarnada en esta vida. Por lo tanto, insisto, ante estos dos peligros de religiosidad de dos extremos, o una religiosidad desencarnada de esta vida, que hacéis ahí plantados mirando al cielo, o una religiosidad que está reducida a una ONG, ante esto hay que buscar una espiritualidad equilibrada, que por una parte ese equilibrio lo buscamos procurando que nuestra actividad no la desarrollemos dejando aparcado a Dios, porque a veces desarrollamos la actividad de nuestra vida teniendo a Dios a un lado, y esto acontece por una parte porque tenemos una tendencia pelagiana que tiende a confiar en nuestra voluntad, en la fuerza de nuestras obras, y nos debemos de olvidar nunca de lo que dice el Señor en el Evangelio de San Juan, sin mí no podéis hacer nada.
A veces de forma sutil, muchas veces incluso cuando nos ocupamos de las cosas de Dios, pero los hacemos olvidándonos de él, a veces hacemos cosas buenas, las cosas que Dios nos ha mandado hacer, pero olvidados de Dios, y obviamente este es un riesgo, el de que nuestra actividad la desarrollemos habiendo dejado a Dios aparcado, y sin embargo estamos llamados a ser contemplativos en la acción, hay una oración maravillosa que nos tiene que ayudar para poder ser contemplativos en la acción, Señor que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que la presencia de Dios esté empapando nuestros planes, nuestras obras y el desarrollo de nuestras actividades, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, y por otra parte, para superar ese peligro de antagonismo, será importantísimo que la religiosidad que vivamos conecte con la realidad de nuestra vida, que nuestra religiosidad, nuestra
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