¿Alguna vez sentiste que ya no podías más? Te cuento mi historia 5b6258

¡Bienvenidas a Rotas, pero jamás jodidas! Hola, soy Alicia Saldierna, mamá, emprendedora y mentora.

Y estoy de regreso, pero esta vez no vengo sola.

Ahora somos tres.

Mis dos hijos y la bebé que viene en camino me acompañan en esta nueva tarde.

Porque sí, tener hijos y familia no me detiene.

¡Me hace más fuerte! Este es el espacio donde juntas aprenderemos a transformar los desafíos en oportunidades.

A construir negocios con propósito.

Y a demostrar que los sueños no tienen límites.

Solo motores más grandes para alcanzarlos.

Prepárate para una temporada llena de inspiración, resiliencia y herramientas prácticas para transformar tu vida.

Porque juntas, nada nos detiene.

¡Hola, chicas! ¡Bienvenidas! ¡Bienvenidas a Rotas, pero jamás jodidas! Hoy no vengo como empresaria.

No vengo como tu mentora.

Hoy vengo como una mujer.

Como madre.

Como alma.

Y quiero contarte mi historia real.

Quiero contarte mi fondo, mi encuentro y mi renacer.

Porque sé que muchas de ustedes me ven ahí fuerte, valiente, decidida.

Y sí, sí lo soy.

Pero no siempre fue así.

Hubo un tiempo en que estuve tan perdida que ni siquiera quería seguir.

Y ese momento cambió mi vida para siempre.

Este episodio no tiene filtros.

Tiene verdad.

Tiene lágrimas.

Y tiene fe.

Si estás pasando por un momento difícil, quédate porque esta historia podría ser la señal que estabas esperando.

Quiero comenzar con el punto más bajo.

Cuando lo tenía todo.

Lo tenía todo, pero me sentía vacía.

Quiero que sepas algo.

Jamás pensé que eso me iba a pasar a mí.

Yo ya había hecho de todo.

O sea, desde la parte...

Estoy hablando desde la parte...

Como la parte de trabajar conmigo.

Ya había ido a entrenamientos.

Había tenido terapias.

Sanación emocional.

Cursos de liderazgo, de espiritualidad.

O sea, de verdad, si alguien ha probado algo en esta vida de crecimiento personal, te puedo decir que yo soy una de ellas.

O sea, de verdad, tenía conciencia.

Tenía herramientas.

Y además de eso, tenía a mi hija.

Tenía a mi pareja.

Tenía un negocio, un crecimiento.

O sea, desde afuera todo parecía como que lo tenía todo.

Pero por dentro, la verdad es que me estaba muriendo.

Literal.

Me levantaba sin ganas.

Caminaba con una sonrisa por fuera, pero un grito por dentro.

Y lo más doloroso no era sentirme vacía.

Era pensar que cómo puede ser que yo, que sé tantas cosas, no puedo salir de esto.

Creo que eso era como lo más frustrante.

Eso fue, creo que fue lo que más me hundió.

Sentirme sola, confundida, y encima culpable por no poder levantarme.

Tenía miedo de hablarlo porque la gente pensaría que estaba exagerando, que estaba loca.

Y como buena mujer fuerte, me puse la capa y seguí fingiendo por mucho tiempo.

Pero por dentro, te lo juro que yo no podía más.

No podía más.

De verdad que era una culpa tan grande que yo sentía.

Porque a la vez también me sentía que era una desagradecida con la vida.

Porque te puedo decir que he tenido la fortuna de disfrutar mucho en mi adolescencia, por así decirlo.

Pude viajar, disfrutar.

He conocido mucha gente.

Mucha gente con historias padrísimas.

Mucha gente que ha aportado mi vida.

Y mira, es increíble que te quiero contar mi historia y entonces empieza aquí.