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La Cueva del Ermitaño
7x24 - Los Ataúdes Colgantes de Sagada| La Cueva del Ermitaño

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23/5/2025 · 06:38
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La Cueva del Ermitaño

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Proseguimos con nuestra exposición de inusuales ritos funerarios en lo largo y ancho de este mundo. Esta vez, nos vamos a Filipinas a encontrarnos con unos ataúdes que se sitúan entre el cielo y la tierra. ¿Qué significado alberga esta tradición? ¿Cuántos años hace que se instauró? ¿Sigue vigente a día de hoy? __________________________________________________________ Instagram: https://www.instagram.com/cuevaermitano/?igshid=YmMyMTA2M2Y%3D 1v1a4z

Lee el podcast de 7x24 - Los Ataúdes Colgantes de Sagada| La Cueva del Ermitaño

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Bienvenido a la Cueva del Hermitaño Muy buenas a todos, muy buenas a todas, y bienvenidos, bienvenidas, a la Cueva del Hermitaño.

Hoy nos quedamos en Filipinas, en un rincón de las montañas, donde la muerte no baja a la tierra, sino que sube a las alturas.

Sagada, tierra de niebla, de acantilados cubiertos de musgo, de silencio milenario.

Aquí, los muertos no descansan bajo tierra, cuelgan del borde de la roca.

Ataúdes de madera suspendidos entre el cielo y la tierra.

¿Una práctica fúnebre? Sí.

¿Un rito espiritual? También.

¿Una mirada distinta sobre la muerte, la familia y el legado? Totalmente.

Hoy exploraremos el misterio de los ataúdes colgantes de Sagada, su historia, su simbolismo, sus preguntas y lo que nos dicen sobre cómo vivimos y cómo morimos.

Imagina un valle profundo rodeado de montañas, altas paredes de piedra caliza, árboles de pino, niebla densa por las mañanas.

Es la región de Cordillera, en el norte de Filipinas, hogar de los Igorot, un grupo indígena ancestral.

La localidad de Sagada es conocida por su belleza natural, por sus cuevas, senderos y por sus ataúdes colgantes.

Están ahí, visibles desde algunos puntos del pueblo, adosados a las rocas, desafiando la gravedad y el tiempo, algunos nuevos, otros viejos, carcomidos por el clima.

A simple vista parecen parte del paisaje, hasta que entendemos lo que son.

Pero, ¿por qué están ahí? ¿Quién los puso? ¿Desde hace cuánto? La práctica de colgar ataúdes no es exclusiva de Sagada.

Existen registros de tradiciones similares en China, Indonesia y otras partes del sudeste asiático, pero en Sagada tiene una carga espiritual única.

Los ataúdes colgantes son una tradición del pueblo Igorot, especialmente del subgrupo Aplai.

No hay un documento fundacional, no hay un año exacto, pero los historiadores estiman que la práctica tiene más de 2.000 años, y aún, en algunos casos, continúa.

Antes de los colonizadores, antes del cristianismo, los Igorot creían en el alma como un viajero que regresa al cielo, y el cuerpo debía ayudarle en ese ascenso.

Por eso, se colocaban los cuerpos lo más alto posible.

Colgar el ataúd de una pared rocosa no era sólo una decisión práctica, era una ayuda espiritual.

También había otra motivación, la protección.

Los espíritus, al estar en alto, quedaban a salvo de los animales, los saqueadores de tumbas y del olvido.

El proceso era muy específico.

El ataúd era tallado en vida por la propia persona o por un familiar cercano.

Un tronco de madera maciza, ahuecado a mano, sin clavos.

Cada uno tenía una forma personal, casi escultórica.

Antes del entierro, el cuerpo era colocado en posición fetal, sí, encogido como en el vientre.

Los Igorot creían que se debía salir del mundo tal y como se había entrado.

Después, el ataúd era llevado montaña arriba por una comitiva familiar.

No había grúas ni poleas modernas, se usaban cuerdas, ramas y, sobre todo, las manos humanas.

Una ceremonia íntima, sagrada.

El ataúd se fijaba a la roca con estacas de madera insertadas en orificios tallados a mano, y ahí quedaba, suspendido entre la vida y la muerte, a la vista de los vivos, para recordar que todos compartimos el mismo destino.

No se trata sólo de una práctica estética o funcional, tiene una carga simbólica enorme.

Los Igorot ven la muerte como un regreso, no como un fin.

El alma vuelve al mundo espiritual, y el cuerpo, al estar en lo alto, facilita ese tránsito.

Pero además, colgar a los muertos es una forma de mantenerlos cerca, no bajo tierra, no ocultos, sino presentes, elevados y visibles.

También se pensaba que los muertos colgados bendecían el valle, protegían a los vivos, y su posición alta indicaba también su estatus, su sabiduría.

No todos podían ser enterrados así, había que haber vivido bien, con respeto, con honor.

Era un auténtico privilegio.

Con el tiempo, esta práctica empezó a declinar.

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