172. La (odiosa) cultura del esfuerzo y el sacrificio 6c3i46

Ya tenemos aquí preparado al estudio el nuestro coach de capçalera, el Julio Rosales.

Julio, ¿qué tal? Muy buenos días.

¿Cómo estás? Muy bien, muy bien.

Sí, pre-semana santero, ¿no? Sí, bueno, bien.

Sí, sí, sí.

Unos días de descanso, de desconexión. Bueno, al menos en mi caso, no sé si...

¿De torrijas? No soy muy de torrijas.

Ay, no eres muy de nada, ¿eh? Sí, soy muy de invierno.

Sí, de invierno.

De oscuridad.

De negro.

De negro.

De negro, pues mira, que tendrías que venir a mi tierra la Semana Santa.

Oye, hoy me he puesto primaveral.

Sí, sí, sí.

¿Poco? ¿Poco? ¿Qué es decir? ¿Que te has pintado los labios? He pintado los labios.

Madre mía.

Oye, hoy nos quieres hablar del esfuerzo y el sacrificio.

A ver, ¿por qué te ha venido a colación este tema? Precisamente por esto, porque yo soy de León, donde la Semana Santa no son playa, vacaciones y faralá.

La Semana Santa es recato, sobriedad, sacrificio, ¿vale? Y entonces he dicho, bueno, basta ya, que no puedo más.

Quiero hablar de la cantidad de tonterías que hacemos por perpetuar esta cultura del esfuerzo y del sacrificio.

Pues mira, me parece muy bien este tema.

Había que abordarlo algún día.

Hay que decirlo.

Sí.

Venga, vamos con esa lista de tonterías, como tú dices, que hacemos.

Pero, como siempre, espero que al final nos des una lista alternativa a este esfuerzo, porque estoy segura que muchos de nuestros oyentes piensan que es algo muy positivo.

Sí, sí, al final te dará la lista, pero vamos primero con algunas de las mayores tonterías.

Venga.

Vale.

Ir al trabajo enfermo.

Es una lucha que yo tengo cuando veo a un compañero.

¿Te quieres ir a casa? Pero yo soy la primera que ha venido a trabajar con fiebre.

Porque es que si no vas no pasa nada.

Nadie es imprescindible y esto.

Pero lo hacemos, es verdad.

Bueno, porque yo creo que como estos valores, si es que lo son, los hemos heredado de la tradición judio-cristiana, que nos pasamos la vida haciendo cosas para ganarnos la vida eterna.

Y no está garantizada.

Pero las nuevas generaciones ya no lo hacen.

Bueno.

Si están enfermos, se quedan en casa.

Aplauso.

Porque tienen que hacer.

Aplauso.

O sea, que estamos cambiando algo.

Sí, sí, pero estamos los yayos para criticarnos.

Ah, bueno, vale.

No hace falta que vayas enfermo al trabajo a contagiar a la gente.

Es que encima es eso.

Ya sabemos.

Y no porque tú te encuentras mal, es que contagias al resto.

Esa es una.

Vale.

Despreciar el talento.

Es decir, criticar al que ves que lo está haciendo y le resulta fácil.

O bueno, a estas nuevas generaciones que no sé, que a lo mejor hacen dinero dedicándose a cosas en internet, explotando su talento.

No, esto lo despreciamos.

A redes, ¿no? Sí, sí.

Porque si tengo un talento, me resulta fácil.

Vale, entonces no.

Voy a coger el camino tortuoso.

Claro, yo el otro día escuché que cuando criticas algo, es porque ese algo es lo que a ti te falta.

Con lo cual debe ir por esa línea, ¿no? De, ostras, yo llevo trabajando 30 años y tengo ahorrado poca cantidad.

Y aquí viene el chavalín con 18 años haciendo cuatro vídeos.

Y haciendo vídeos de videojuegos que encima le encanta.

Bueno, pues igual ahí está la clave.

Al final hablaremos de esto.

Ganar dinero con lo que te gusta.

Con lo que te gusta.

Con algo fácil, claro.

No hagamos spoilers, venga.

No usar los privilegios que sí se tienen.

Esto me fascina.

Es decir, cuando yo tengo un cliente que de repente se quiere hacer un máster o que necesita un extra de dinero por lo que sea, ¿no? Y no, pero no tengo dinero, pero tengo que ahorrar, pero voy a trabajar, hacer horas extras.

Pero tú no me has contado que casa va a ir bien.

Es decir, que tus padres, por ejemplo.

Sí, sí, pero lo quiero hacer por mí misma.

Pero ¿para qué sufrir? Es decir, tu familia te quiere, puede.

No, no.

Y tú me has ofrecido.

Especialmente mujeres.

No, no, lo quiero hacer yo por mí misma, sudando cada gota.

Es necesario, es necesario.

Escogemos el camino.

Pero esta es la lucha feminista.

Las mujeres siempre tenemos que demostrar más que los hombres.

Sí.

Siempre tenemos que ser perfectas en todo.

Sí, sí, ¿no? Incluso en esto, ¿no? No, no, no voy a permitir que ningún hombre me dé el dinero, lo voy a conseguir yo mismo.

Ni mis padres, ni… Es que a veces escucho cosas muy dramáticas, pero tú espérate, no es que estáis bien de bien.

Sí, sí, pero lo quiero hacer yo solo, con el esfuerzo y rompiéndome las uñas arañando el gotelé.

Bueno, pues no era buena, no lo sé.

Te voy a poner un ejemplo aún más terrenal.

Venga.

Ayer mismo bajamos con unos compañeros, regalaban helados aquí abajo, ¿vale? Había una cola de tres cuartos de verano, bueno, no, de tres cuartos de verano, pero era una cola larga.

Unos compañeros habían bajado antes.

Las nuevas generaciones se pusieron con esos compañeros.

Claro, había diez personas detrás.

Digo, no, no, yo me pongo al final de la cola.

Y otro compañero, que roza mi quinta, dice, no, no, yo contigo.

Hasta Néstor, pues no, no, no vamos a aprovechar los beneficios que tenemos.

Los privilegios, no nos vamos.

Nos dio cosas.

Y luego vinieron dos compañeros más.