1 de junio de 2025 58z5p

En este domingo celebramos la fiesta de la Ascensión del Señor.

Por eso escuchamos en el Evangelio que Jesús dijo a sus discípulos.

Así está escrito.

El Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día y comenzando por Jerusalén, en su nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.

Ustedes son testigos de todo esto.

Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido.

Permanezcan en la ciudad hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto.

Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y elevando sus manos los bendijo.

Mientras los bendecía se separó de ellos y fue llevado al cielo.

Los discípulos que se habían postrado delante de él volvieron a Jerusalén con gran alegría y permanecían continuamente en el templo alabando a Dios.

El relato de la Ascensión de Jesús al cielo se convierte en el punto de encuentro entre el tiempo de la presencia del Señor en la tierra y la vida de la iglesia que está comenzando.

Es allí donde estamos invitados a encontrar el modo de vivir la presencia de Dios entre nosotros.

La Ascensión es el tiempo del regreso.

Así como el primer Adán huyó lejos de Dios, así ahora el nuevo Adán regresa a la casa del Padre.

Y abre ese camino para todos nosotros.

Si el Hijo regresa a la casa del Padre permanece todavía con nosotros, ya no de forma temporal y física sino de manera permanente y espiritual.

Ustedes son testigos de todo esto, les dice a sus apóstoles.

Y estas palabras resuenan en nosotros que también somos testigos del amor de Dios, que podemos dar testimonio de esa presencia de Cristo en nuestras vidas.

Para ello se nos ha dado el espíritu y estamos llamados a hacer esto en primer lugar y sobre todo a través de las relaciones que vivimos unos con otros.

No podemos dar testimonio de un Dios que es comunión si entre nosotros reina la división.

No podemos dar testimonio de un Dios que es perdón si entre nosotros el rencor y la intolerancia juegan fácil.

No podemos dar testimonio de la pequeñez de Dios si nos devoramos unos a otros para ganar migajas de poder.

Solo cuando experimentamos la alegría de sentirnos bendecidos por el Señor, como los apóstoles, incluso en medio de las dificultades, es cuando podemos mirar para arriba, alabar a Dios y dar testimonio de que realmente Él está vivo.

Y recemos juntos esta oración.

Señor, que la alegría de tu presencia en mi vida me impulse a dar testimonio de tu amor por toda la humanidad.

Amén.

Y que la bendición de Dios Todopoderoso, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, los acompañe siempre.