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MEMORIAS DE AMOR Y DE GUERRA
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04 - Metamorfosis Hacia La Clandestinidad

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20/4/2025 · 08:35
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MEMORIAS DE AMOR Y DE GUERRA

Descripción de 04 - Metamorfosis Hacia La Clandestinidad 1e6g3

Parte 1 Capítulo 3 “Memorias de Amor y de Guerra” son mis recuerdos de una década trágica (1976-1986) para mi país Guatemala. Quiero compartir con las nuevas generaciones lo vivido, con la esperanza de que nunca más los jóvenes crean que la guerra es la solución de nuestros problemas. Creo que es mi responsabilidad hacerlo y así poner mi granito de arena para que juntos encontremos nuevos caminos para construir un mundo mejor, más justo y más amoroso. "Memorias de Amor y de Guerra" inicia la madrugada del terremoto del 4 de febrero de 1976 que desoló el país de frontera a frontera, un terremoto que nos desveló las condiciones de pobreza extrema de la inmensa mayoría del país. Fue así, que siendo estudiante del colegio más caro de Guatemala, decidí a los 16 años incorporarme a la lucha clandestina y guerrillera. Es también un libro que habla de la urgente necesidad de amar y ser amado, cuando cada día puede ser el último día de nuestras vidas. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/2552305 1v1z12

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Capítulo 3 1977 Era el año en que se nos abrían las puertas del mundo adulto.

De ese creer que ya nos valemos solos.

De la efervescencia sensual e intelectual.

Del estar dispuestos a subir el Everest para conseguir el beso de la chica amada o dejarlo todo para salir montado en Rocinante a conquistar el mundo.

Cambiarlo de una vez por todas o morir en el intento.

Para eso llevaba ya casi dos años entrenándome, yendo a correr todas las mañanas a las seis de la mañana, haciendo ejercicios de chequeo y contrachequeo urbano.

Caminando los fines de semana hasta la última calle del último arrabal, en los barrancos que rodean la ciudad, con la doble finalidad de conocer el posible teatro de operaciones y la realidad de la miseria de los barrios marginales.

Atrás quedaban los días de fiesta, risas, exámenes y la borrachera irrepetible de la fiesta de grabación.

Tocaba decidir la carrera a seguir.

¿Había pasado por querer ser astronauta, bombero, presidente? Sí, presidente, de esos que creemos que pueden cambiar las cosas.

Y ya tenía varios años de sentir que podía ser un buen médico, como mis padres, que cada domingo daban consulta gratuita a las aldeas vecinas de la pequeña finca en donde íbamos a pasar los fines de semana en Zacapa.

Pero no iba a poder ser posible eso de ser médico.

Mis compas sencillamente me dijeron que no tendría tiempo de terminar una carrera tan larga y por eso me ordenaron que mejor ingresara a la Escuela de Historia, ya que en esa escuela no tenían ninguna incorporación.

En cambio, Medicina fue una de las facultades que más combatientes y comandantes aportó.

La mayoría de mis amigos entraron a universidades privadas o se fueron a estudiar a Estados Unidos.

La situación nacional era crítica.

La represión, el asesinato de líderes sindicales y campesinos iba en aumento.

El secuestro de de la oligarquía o su ajusticiamiento por parte del EGP eran cada vez más frecuentes también.

Hubo manifestaciones multitudinarias de trabajadores, manifestaciones contra los frados electorales.

Recuerdo especialmente la entrada a la ciudad de los mineros de Ixtahuacán.

Nuestro mundo se iba desmoronando ante nuestros ojos y no supimos ver otro camino más que el de la guerra popular revolucionaria.

Cualquier otra cosa era hacerse loco y ser cómplice de los asesinos del pueblo.

En mayo de 1978, el Ejército comete la primera gran masacre campesina, conocida como la Masacre de Pansos, matando a más de un centenar de hombres, mujeres y niños que se habían congregado frente a la municipalidad, denunciando despojos y abusos de los terratenientes de la zona.

A los pocos días, una célula del PGT, el Partido Guatemalteco del Trabajo, comenzó a sonar una mina al paso de un camión de soldados en las afueras de la ciudad.

Ya nadie podría parar la segunda época de una guerra que había iniciado en 1960, en la Sierra de las Minas, dirigida por los jóvenes oficiales del propio Ejército, los legendarios John Sosa y Turcios Lima.

Esta primera guerrilla de los sesentas fue neutralizada, o tal vez mejor dicho, puesta en reposo aparente, por el Chacal de Oriente, de Manuel Arana Osorio, tristemente célebre por las matancias realizadas en el Oriente del país.

Lo cierto es que resultó imposible cualquier otra salida.

Y luego de los asesinatos de Fuentes Mor y Meme Colón en 1979, últimos dirigentes democráticos que hubieran podido presidir un gobierno de cambios que distendiera la confrontación.

Entramos en el callejón sin salida de la guerra.

Y es que guerra había por todos lados, desde la fría hasta los llamados conflictos de baja intensidad.

Las dictaduras bululaban en toda América Latina y como respuesta surgieron las luchas de guerrilla.

Ya lo había dicho el Che Guevara, la consigna era crear muchos Vietnams.

Cambiar el mundo parecía no solo posible, sino inevitable.

Así fue como ingresé a la USAC, un mundo desconocido para mí en efervescencia estudiantil.

La guerra sandinista en Nicaragua y la de Farabundo Martí en El Salvador crecían como un tsunami y en Guatemala las opciones políticas se cerraban a cal y canto.

El terremoto nos escupió a la cara la miseria de la inmensa mayoría.

Poco a poco me iba forjando en cuerpo y pensamiento en un guerrero clandestino.

Con Sebastián estudiábamos los materiales de la organización, los principios y objetivos, nuestro estilo de trabajo, el racismo.

Aprendimos que en la guerra no hay amigos, sino compañeros de lucha y que para cada quien debía juzgársele por sus acciones y consecuencias.

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