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Vamos a hacer una breve introducción de la situación de España a finales del siglo XIX y principios del XX. Nos encontramos con la regencia de la reina María Cristina de Habsburgo y posteriormente el reinado de Alfonso XIII desde 1906. Esta época se conoce como la restauración. En cuanto al sistema político, se caracteriza por la alternancia entre el gobierno, entre conservadores y liberales, pero eso no quiere decir que no existieran partidos republicanos.

El más importante es el de Alejandro Lerrux, que es el partido radical republicano fundado en 1908. Hay dos cabezas principales del turnismo en España, Práxedes, Mateo Sagasta y Cánovas del Castillo. El primero del Partido Liberal y el segundo del Partido Conservador. Este sistema favorecía que cuando había que tomar decisiones de peso, las tomaban de común acuerdo, por lo que era un sistema que ofrecía cierta estabilidad.

La economía de finales del siglo XIX goza de cierta salud gracias a Cuba. Cuba, que era una provincia española, al igual que Puerto Rico y Filipinas, tenía un PIB superior. Esta situación termina con la Guerra de Estados Unidos en 1898 por la que España pierde las provincias de ultramar. En cuanto a la distribución política de España, es centralista. Entre el Estado y los ayuntamientos solo existían las diputaciones, que tenían atribuciones como obras públicas, beneficencias, sanidad, etc.

Estaban también los gobernadores civiles, pero estos eran los representantes del Estado y dependían directamente del Ministerio de Gobernación. En cuanto al ejército y la marina, pues estos cuerpos no dependían directamente del gobierno civil. Dividían España en regiones militares, con su propio capitán general. Estos podían declarar estados de guerra sin contar con el poder civil, con el fin de restaurar la paz social, sofocar revueltas o acabar con huelgas.

La burguesía estaba encantada con esta situación, ya que los militares tomaban el control de la situación y sofocaban los problemas. En cuanto al sistema de voto, había sufragio que se llamaba censitario. Es decir, pueden votar los que tienen dinero y los que saben leer y escribir. Esto cambia en junio de 1890, en donde ya tienen derecho a voto los varones mayores de 25 años, lo que supone un salto de 800.000 electores a casi 5 millones.

El servicio militar duraba 6 años. Ya el presupuesto no era tan bollante como en épocas anteriores y el estado podía mantener unos 40.000 soldados en península y otros tantos en ultramar. Pero cada año podía haber quintas de 100.000 mozos. Entonces existía lo que se llamaba la redención en metálico. El que podía pagar unas 2.000 pesetas o 6.000 reales compraba el derecho a no hacer el servicio militar. Este era un sistema totalmente injusto, ya que los obreros no podían pagar esa cantidad. O sea, para que nos hagamos una idea, el sustento diario de un obrero era aproximadamente 10 reales y este sistema era criticado por los propios militares.

Después de excluir a los que habían pagado, había un sorteo. Entre los que quedaban y los que se libraban eran excedentes de cupo. Estos estaban asignados a un regimiento durante los 6 años y si los necesitaban los llamaban a filas. Los que cumplían el servicio militar no hacían los 6 años, por falta de presupuesto, sino que hacían aproximadamente 3. Y volvían a casa y también quedaban como reservistas. Y si los necesitaban, pues también los llamaban a filas. Esto será importante para entender en 1909 lo que se conoce como la semana trágica. En cuanto a la educación,