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⏰🌙 El Misterio del Reloj Dormido – Cuento infantil escrito y narrado con amor para ti Una historia mágica sobre el tiempo, la ternura y sobre cómo escuchar con el corazón. En el encantador pueblo de Tic-Tac-Tón, el reloj de la torre ha dejado de sonar… ¿Qué ha pasado con el Señor Don Tic-Tac? Valentina, una niña curiosa con botas saltarinas y ganas de ayudar, subirá los 199 escalones de la torre para descubrir que, a veces, hasta los relojes necesitan un poco descanso y mucho amor. 🌟 El Misterio del Reloj Dormido es un cuento lleno de ternura, humor suave y valores, ideal para: 👧👦 Niños y niñas de 3 a 99 años 👨👩👧 Padres que buscan cuentos para dormir con mensaje positivo 🌙 Relajarse antes de ir a la cama 💛 Aprender a escuchar, a cuidar… y a soltar el reloj de vez en cuando Y como siempre, para todos los que buscan un momento lleno de inocencia y magia que compartir 👶 Un cuentacuentos con una narración pausada, música suave e ilustraciones llenas de magia, es la historia perfecta para compartir en familia y dejar que el tiempo se mida solo con risas, abrazos y canciones. ✨ Si te gustó Nuba, Luna y el sombrero volador o Don Cosquillas, este cuento también se quedará contigo un ratito más… ¡Suscríbete y descubre hermosas historias! 26k9
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Hola amiguitos, hoy os voy a contar el misterio del reloj dormido.
En el centro del pueblo de Tic Tac Ton había una torre muy alta y en lo alto de la torre vivía un reloj. El reloj era muy grande, elegante y puntual y se llamaba el señor Tic Tac. Cada hora hacía don, don, don y marcaba el tiempo con orgullo y todo el pueblo vivía al ritmo de sus campanadas hasta que un día el reloj no sonó.
¿Qué ha pasado? Preguntó la panadera que siempre sacaba el pan al sonar las ocho.
¿Cómo sabré cuándo regar mis cactus? Dijo don Cactus, que era muy literal, y todos miraron la torre. Silencio, ni tic, ni toc, ni nada y el alcalde, que era un erizo muy serio con pajarita, organizó una reunión urgente.
Necesitamos que alguien suba y averigüe qué ocurre.
Y entonces solo levantó la mano una niña de coletas despeinadas y botas saltarinas.
Se llamaba Valentina.
Yo iré, dijo sonriendo. Me encantan los misterios y además me llevo muy bien con los relojes.
El pueblo entero murmuró sorprendido, pero nadie más se ofreció. Así que mochila el hombro y linterna en la mano.
Valentina subió los 199 escalones de la torre. Sí, sí, 199, que los contó. Y al llegar arriba encontró una puertecita de madera con una cerradura en forma de espiral. Sacó una galleta de canela, por si servía, y tocó suavemente.
¿Señor Tic Tac? Nada. Empujó la puerta y entró.
El interior del reloj era como un bosque de ruedas y engranajes dormidos. Todo quieto, todo en silencio, todo calladito. Y en el centro tapado con una mantita de hilo, estaba el señor Tic Tac roncando.
¿Está dormido? Valentina se acercó y le habló con cariño.
Hola, señor Tic Tac. ¿Está usted bien? El reloj abrió un ojito. Luego abrió el otro.
Y suspirando con voz de péndulo cansado dijo.
Ay, niña, estoy agotado. Llevo cien años marcando el tiempo sin descanso. Nunca un día libre, nunca una siesta larga, ni siquiera los domingos.
¿Y por qué no digo nada? ¿Quién escucharía un viejo reloj, dime? Dijo el pobre tristemente.
Todos me usan, pero nadie me pregunta nunca cómo estoy.
Valentina se quedó pensando. El pobre señor Tic Tac tenía razón. Así que bajó las escaleras de dos en dos y reunió al pueblo entero.
El señor Tic Tac no está roto, solo está cansado y muy solito.
Hubo un silencio, luego un murmullo y al final surgió una idea.
Le darían vacaciones al señor Tic Tac. Y durante una semana entera el pueblo funcionó sin reloj. La panadera sacaba el pan cuando olía rico y listo. Los niños salían a jugar cuando el sol estaba tibio. Y el alcalde aprendió a regar los cactus cuando tenía en sed, como decía la abuela tortuga. Y mientras tanto, el señor Tic Tac dormía, leía cuentos y jugaba a las cartas con las palomas que vivían en la torre.
Más tarde, cuando regresó al trabajo, ya no sonaba tan fuerte, pero su campanada era mucho más feliz. Entonces, cada año, el pueblo de Tic Tac Tom celebraba las semanas sin relojes, donde el tiempo solo se mide con risas, canciones y abrazos largos. Ah, y que sepas que Valentina sigue resolviendo misterios por si sabes de algún reloj que necesite un descanso.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado. ¿Te ha gustado? Pues mañana más.
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