
H. P. Lovecraft - La Bestia de la Cueva (audiolibro) 6n236k
Descripción de H. P. Lovecraft - La Bestia de la Cueva (audiolibro) 58l4m
1918 - Un explorador se pierde en las profundidades de la Cueva del Mamut, enfrentándose a la oscuridad, el aislamiento y el terror de lo desconocido. Cuando extraños sonidos revelan que no está solo, se prepara para un encuentro con algo que acecha en las sombras, algo cuya verdadera naturaleza es más inquietante de lo que jamás podría haber imaginado. ivoox: https://go.ivoox.pelistorrent.net/rf/148409921 s3420
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La bestia de la cueva, Howard Philip Lovecraft. La terrible conclusión que gradualmente se había ido fijando en mi mente, confusia reacia, era ahora unas certezas penuznante. Me hallaba perdido, completo y desesperanzadamente perdido, en los vastos y laberínticos corredores de la cueva del mamut. Mirara donde mirara, mis ojos cansados no lograban captar ningún objeto que pudiera servirme de referencia para encontrar el camino de salida. La lógica me decía que jamás conseguiría volver a ver la bendita luz del día, ni a pasear por las deliciosas colinas y valles del hermoso mundo exterior.
La esperanza se había desvanecido, y sin embargo, adoctrinado por una vida dedicada al estudio de la filosofía, obtuve cierta satisfacción al comprobar lo desapasionado de mi conducta. Pues aunque con frecuencia he leído acerca del salvaje fernesí que embarga a las víctimas de situaciones semejantes, yo no sentía nada de eso, sino que mantuve la serenidad en cuanto descubrí plenamente que había perdido el rumbo, ni tan siquiera el pensar que podría haber estado vagabundeando más allá de los límites de un posible rescate, me hizo abandonar mi compostura ni un solo instante.
Si tenía que morir, reflexioné. Que estas terribles, aunque majestuosas cavernas, se convirtieran en un sepulcro bienaventurado, como el de cualquier campo santo, idea que me aportaba más tranquilidad que desesperación. La muerte por inanición sería mi destino último, no tenía dudas de eso. Sé que muchos se habrían vuelto locos en aquellas circunstancias, pero sentía que ese no sería mi final. Mi desgracia era el resultado de mis propios errores, y de nadie más, ya que desobedecí al guía y me separé del grupo de visitantes.
Y tras vagar cerca de una hora a través de las galerías prohibidas de la caverna, me había dado cuenta de que ya no podía encontrar el camino de vuelta entre los intrincados vericuetos que había recorrido tras abandonar a mis compañeros. Mi antorcha comenzaba a extinguirse, y pronto me vería envuelto en la oscuridad total y casi palpable de las entrañas de la tierra. Mientras seguía alumbrando por la luz menguante y temblorosa, me imaginé despreocupado cuáles serían las circunstancias exactas de mi indudable final.
Recordaba las historias que había escuchado sobre una colonia de leprosos, que tras tomar posesión de esta gruta gigantesca, debido a la aparente pureza del aire de aquel mundo subterráneo, a su temperatura uniforme y estable, al aire puro y a su pacífica tranquilidad, se habían topado en lugar de todo lo anterior con una muerte extraña y horrenda. Había visto las ruinas destartaladas de sus casitas de enfermizas al pasar con el resto de mi grupo.
Y me había preguntado entonces, por los efectos sobrenaturales que una larga estancia en aquella caverna inmensa y silenciosa produciría en una persona tan saludable y vigorosa como yo.
¿Y ahora? Me dije a mí mismo con gravedad. Tenía la oportunidad de comprobarlo, suponiendo que la falta de comida no acelerase mi marcha de este mundo.
Cuando los últimos destellos intermitentes de la antorcha dieron paso a la negrura, decidí no dejar sin remover ninguna roca, ni descuidar ninguna posible vía de escape, de manera que me puse a chillar con toda la fuerza de mis pulmones, lanzando una serie de gritos enérgicos con la vana esperanza de llamar la atención del guía. Y sin embargo, mientras aullaba, sabía de corazón que mis gritos no obtendrían respuesta, y que me iba.
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