CAVE CANEM CAPÍTULO 9 CON FEDERICO ROMERO, SYLVIA LAGARDA-MATA Y MÁS 372w57

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Depende en qué momento escuches este podcast y depende también del país donde lo escuches.

En todos los casos, bienvenidos.

El sábado 24 de mayo gozamos de un gran festival Tarraco Viva en la hermosa Tarragona, grabando entrevistas para KB Canem en una carpa instalada en el festival con público y con invitados de lujo.

Estamos montando dos capítulos de KB Canem con Tarraco Viva.

Hoy os entregamos un capítulo estándar del podcast, por decirlo así, y pronto llegarán los otros dos especiales.

Mucha gente me pregunta cómo se llama el perro de KB Canem.

La verdad es que todavía no tiene nombre.

Es un perro bastardo.

Vaya, ahora se ha mosqueado.

Tenemos que ponerle un nombre o lo ponemos entre todos o lo pongo yo.

Si quieres aportar ideas, KB Canem podcast arroba gmail punto com.

KB Canem podcast arroba gmail punto com.

Opina ahora o calla para siempre.

Siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre.

Siempre, siempre, siempre, siempre, siempre.

Y insistentemente.

Hasta ahora, cuando me lo preguntaban, decía KB Canem como el podcast.

Pero creo que no es muy oportuno enlamarle a nuestro perro KB Canem.

KB Canem es el podcast.

Mejor que tenga un nombre propio.

Se lo merece, se lo merece.

Esto es KB Canem con Charlie Diego.

Cuidado con el perro.

Ten cuidado.

Eso sí, es un perro romano.

Cuidado con la mano.

KB Canem en el podcast que vale un imperio.

Y arrancamos con una columna de opinión con mi gran amiga Silvia Lagarda Mata, autora del libro de éxito Voces de muerte entre libros de editorial Coma Negra, una novela que ha recibido el premio Santa Eulalia de Novela de Barcelona 2024 y se ha convertido en un libro de culto.

Silvia Lagarda Mata, escritora nacida en Barcelona, ha publicado ya 11 libros.

Yo me aficioné al mundo romano de pequeña, leyendo aquellos teleos de El Jabato, de Víctor Mora, donde salía luciendo musculatura, defendiendo Cataluña, que entonces todavía no era Cataluña, contra el invasor, aunque él tenía una novia que lo era de romana, Claudia.

Y por supuesto, Asterix y Obélix, que vivían en aquella aldea poblada por irreducibles galos y se pasaban todo el tiempo repartiendo tortazos a los romanos cuando no estaban comiendo jabalí.

Luego seguí con las películas inolvidables, La caída del imperio romano, Espartaco, Ben Hur.

Tarde o temprano salía Julio César diciéndolo de Ben y Virivinci o aquello de Alea Hacta Est.

Y los pobres mártires cristianos en el circo que se los comían los leones y los gladiadores y las carreras de cuádrigas.

Íbamos a verlas al cine en la sesión de tarde y después jugábamos a romanos toda la semana con espadas y cañas que hacían de lanza, no con juegos virtuales de ordenador como los niños de ahora en persona por el jardín, corriendo, saltando, persiguiéndonos.

Qué bien lo pasábamos.

Y después vinieron las series como Yo, Claudio, una de las mejores de la historia de la televisión y cualquier novela o cualquier ensayo que me cayera en las manos sobre la antigua Roma.

Debo reconocer que incluso las clases de latín de la escuela me gustaban y después fui a vivirlo en persona.

Recuerdo la sensación mágica de plantarme en medio del Forum Romano o de Pompeya y recrear en esas ruinas de 2000 años atrás todo lo que había visto y leído sobre los romanos.

Fue impactante.

Y es que no hemos de olvidar que les debemos mucho a los romanos, la lengua, la zionización, el derecho, a los de antes.

A los de ahora les debemos la ópera, la pizza, el tiramisú y los helados.