Capítulo 5. Oxford. Todo lo que no sé de mí 2a542g

Capítulo cinco mi cuerpo se embarcó por primera vez sin escala y con asiento asignado en ventanilla hacia mi nueva vida en oxford al bajarme del avión me dirige hacia la cinta de recogida de maletas y finalmente hacia la salida hubo me esperaba con un cartel y un globo de helio la puerta transfer para la señorita lucía me abalancé con todo el equipaje sobre él como un reencuentro digno de los familiares de los pasajeros del titanic sin tener en cuenta que nos habíamos visto hacia exacta mente cuatro horas al subirnos al taxi me percaté de que el conductor estaba situado en el asiento del copiloto y me explotó la mente me sentía como en un parque de atracciones cada vez que entrábamos en una rotonda en un sentido contrario al habitual lo de conducir por la derecha era una asignatura pendiente para el resto de mis días llegamos a la residencia donde me asignaron una habitación en el módulo femenino con una mujer rusa que aquella noche se dedicó a pelar manzanas con su navaja contraluz en el alféizar de la ventana estaba claro que no llevaba bien el jet lag los días pasaban entre las clases de medicina fiestas universitarias y fish and chips era un dieciocho de ju unió nuestro aniversario además de una tarde perfecta en la que inglaterra le había dado el visado al sol son de esos días que no suceden dos veces al año en oxford por lo que planeamos nuestro primer picnic en el centro del giro park un picnic sin mantel de cuadros no es un picnic y no pienso discutirlo hugo se reía de mí y de mi comentario con el que estaba completamente de acuerdo dos cervezas más tarde y aún sin haber preparado la tabla de queso veíamos como una nube negra se acercaba rápidamente hacia nosotros estaba a punto de comenzar una tormenta eléctrica que a primera vista anunciaba el final del mundo con carteles de neón aunque también anunció guiaba al final de nuestra cita de repente un trueno suena estrepitosamente en el cielo inglés tres dos uno la cuenta atrás coincidió exactamente con las primeras gotas de lluvia a medida que transcurrían los minutos las nubes se convertían en una alcachofa de ducha a presión oullet corríamos cuesta arriba escondiéndonos de la lluvia bajo el mantel de cuadros y cargando la cesta con toda la merienda se nos mojaba los sándwiches y la expectativa de un encuentro romántico a lo lejos los lords ingleses nos miraban de reojo desde la seguridad de sus paraguas negros y sobrio de medida de dos por dos afortunadamente las residencias estaba lo suficientemente cerca del parque así que nada más llegar dejamos la ropa empapada en el suelo del baño que se volvió traslucido por el vapor del agua caliente las risas y un final feliz el resto del año en oxford pasó demasiado rápido