
4-8 EL YOGA DE JESÚS - PARAMAHANSA YOGANANDA 43ph
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Capítulo 5 ¿Cómo elevar al Hijo del Hombre al estado de conciencia divina? Respondió Nicodemo.
¿Cómo puede ser eso? Jesús le respondió.
¿Tú eres maestro en Israel y no sabes estas cosas? En verdad, en verdad te digo.
Nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto.
Pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio.
Si al deciros cosas de la tierra no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre que está en el cielo.
Y como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre para que todo el que crea tenga en él la vida eterna y no perezca.
Juan capítulo 3 versículos 9 al 15 Al dirigirse a Nicodemo, Jesús señaló que el solo hecho de desempeñar el cargo ceremonial de maestro de la casa de Israel no le garantizó a la comprensión de los misterios de la vida.
A menudo se otorgan dignidades religiosas a ciertas personas en virtud de su conocimiento intelectual de las Escrituras, pero solo se puede obtener una comprensión total de las profundidades esotéricas de la verdad por medio de la experiencia intuitiva.
Nosotros hablamos de lo que sabemos implica un conocimiento más profundo que la información que puede obtenerse a través del intelecto y del raciocinio que dependen de los sentidos.
Dado que estos últimos son limitados, también lo es el entendimiento intelectual.
Los sentidos y la mente son los portales externos por los cuales el conocimiento se introduce en la conciencia.
El conocimiento humano penetra por medio de los sentidos y la mente lo interpreta.
Si los sentidos se equivocan en lo que perciben, la conclusión que el entendimiento obtenga a partir de esa información será también incorrecta.
Una tela de gasa blanca que ondea a la distancia puede parecer un fantasma, y una persona supersticiosa tal vez crea que lo es, pero una observación más detenida revelará que esa conclusión es errónea.
Los sentidos y el entendimiento son fácilmente víctimas del engaño porque no captan la verdadera naturaleza ni el carácter ni la sustancia esenciales de todo lo creado.
Jesús, en virtud de su intuición, poseía un conocimiento pleno del noumeno que sostiene el funcionamiento del cosmos y la diversidad de la vida.
Por esa razón pudo decir con autoridad «Nosotros sabemos».
Jesús se hallaba en sintonía con el gran plan de manifestación que subyace en el espacio entero y que está más allá de la visión terrenal.
A las mentes beligerantes no podía hablarles sin reservas acerca de las percepciones omnipresentes que experimentaba.
Incluso fue crucificado a causa de las verdades que pronunció.
Él le dijo a Nicodemo «Si te hablo acerca de temas concernientes a las almas humanas cuya presencia es visible en la tierra y sobre el modo en que éstas pueden entrar en el reino de Dios y no crees, ¿cómo podrás entonces creerme si te hablo acerca de acontecimientos de los reinos celestiales los cuales se hallan totalmente ocultos a la mirada humana ordinaria?» Aun cuando Jesús lamentaba, con nafable tolerancia, que Nicodemo dudase de las revelaciones intuitivas del estado crístico, pasó a explicarle a su visitante la manera en que éste y cualquier otro buscador espiritual podía experimentar esas verdades por sí mismo.
Hay muchas personas que dudan de la existencia del cielo simplemente porque no lo ven, y sin duda.
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