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Comenzamos la aventura del sonido con la Cuarta Sinfonía, como la última etapa del ciclo...
Comenzamos la aventura del sonido con la Cuarta Sinfonía, como la última etapa del ciclo consagrado al músico más universal del nacionalismo ruso Piotr Ilich Chaikovski. Es la obra que abre la famosa trilogía del Destino en la que se revela de manera más pronunciada el vínculo entre la compleja personalidad del compositor y su obra musical de los últimos años. Todo lo cual quedará musicalmente evidente en las dos últimas sinfonías, la Quinta y la Sexta, llamada ésta la Patética.
Ha sido Chaikovski el músico más considerado en el orgullo de la vieja y renombrada Rusia. Su gloria ha sido reconocida todavía hoy en instituciones y festivales de gran fama universal que llevan su nombre. Hace años algunos críticos desdeñaron sistemáticamente parte de su creación musical, pero el tiempo se ha encargado de acrisolar su jerarquía, se le reconoce la eficacia oportuna en el uso de la melodía, su soltura como orquestador en toda su obra sinfónica y el profundo sustento dramático con el que sublimiza su mundo interior. Esta particularidad la testimonian grandiosamente sus tres últimas sinfonías, que constituyen un tríptico unitario y temático que le han ganado especial preferencia en el público. La atormentada vida privada de Chaikovski aumenta el interés de los oyentes por esas sinfonías, desde la cuarta, compuesta a raíz de su fugaz y desastroso matrimonio con una de sus alumnas de composición en el Conservatorio de San Petersburgo. En 1877 esta obra tuvo un claro eco de aquel episodio y el conflicto interior que le produjo. Piotr Ilich dedicó esa gran obra a su amiga, la millonaria protectora Nadesda von Meck y en una carta a ella reconoció que esa Cuarta Sinfonía aborda el problema de un hombre desamparado que se entrega en las manos de su destino. Ese tema del destino se hace presente desde el inicio de la sinfonía en los desgarrados llamados de los instrumentos metálicos, como una advertencia fatal que rondará a lo largo del primer movimiento. La primera parte está conformada de tal manera que expresa sucesivamente los estados de ánimo del hombre que lucha con esa predestinación fatal. A los poderosos y atemorizantes llamados sigue un vals que prefigura la variada ruta del hombre que transcurre entre la tristeza y la melancolía, la serena paciencia y la rebelión apasionada. Así evolucionan nuevos temas y melodías que se desarrollan en segmentos de variadas ideas musicales, hasta que el tema de advertencia hace su reaparición irremediablemente. En el tejido sonoro de la orquesta siempre está presente la fatalidad hasta su última aparición en crescendo turbulento que se repite hasta que cierra el movimiento dramática y espectacularmente, recordando el primer tema.